Jueves Santo, luna de Nisan en
el cielo. Abajo el bullicio; arriba el silencio. Baja, de morado y oro, Jesús
Nazareno de las Torres. Un año más, la gente no cabrá por la calle. Lo ancho –
Calle Ancha – se quedará estrecha, y sobre un mar de cabezas avanzará a duras
penas, como cuando subió al calvario pero sin trono y sí con la cruz a cuestas…
Es la misma luna de siempre; es
la luna retoño y brote nuevo del año bíblico que irrumpe en el calendario bíblico y la
gente que sabe que huele a primavera, que hay banderas de la Brigada
Paracaidista y rostros cubiertos… Fe del pueblo llano; Fe del pueblo andaluz
que vive como no lo vive nadie esos días lo que siendo iguales, son cada año distintos.
El Barranco, o el Albaicín
nuestro, ese pedazo de historia desgarrado del castillo este año estrena también ‘ropa’ nueva. Verán.
La sensibilidad de quien tiene abrir nuevos horizontes vio el potencial que
dormitaba después de muchos años en la querencia del barrio viejo y decidió que
había que emprender nuevos derroteros. Y
se hizo y comienzan a aparecer los frutos de tanto sueño.
Ya muestra el Albaicín
nuestro algo de su cara nueva… Sobre un testero blanco, reza: “Jesús
Nazareno…faro guía que alumbras…al mundo entero”; al lado, continúa la oración
para el caminante: “De las Ánimas te llaman porque ofreces el cielo a los que
expiran el alma…” Bellísimo. Debajo el agua que aflora. Vida y Gracia; Dios y su Madre. Todo a pie de calle; a pedir de suspiro.
A un grupo de amigos nos ha
dado por llamar al Barranco, el Abaicín
nuestro, y ahí queda. Ya ofrece una faz – y es solo el comienzo - distinta. Este año, cuando baje el Nazareno
y su Madre, María Santísima de las Ánimas serán otras las canastilla de flores. Remodelación y esquinas nuevas, como si de un
paño de Verónica se tratase y… entonces, seguro, seguro que en el cielo alguna
estrella furtiva hará un guiño seguido de ese ¡oh¡ de admiración ante las cosas
que nos dejan sin resuello, pespunte del mejor encaje bien hecho…
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