A una
amiga, que lo está pasando mal, muy mal; ojalá le llegue pronto la luz de su
amanecer
Dios se ha levantado esta
mañana de rojo y oro. Se ha asomado al río y ha visto que casi todo estaba
bien. Dios, a veces juega al escondite con nosotros y no se deja ver… Bueno, sí
se deja ver, a su manera, y entonces, los colores en el agua compiten con los del
cielo, y Dios que lo ve todo va y les
dice os doy de ventaja hasta que llegue el sol…
Están en penumbra las riberas.
Son árboles grandes. Están allí, en la
orilla del agua y ven cómo pasa la corriente y, en ocasiones, hasta los barcos
que suben y bajan por el río, porque aunque cueste creerlo algunos barcos le
pierden el respeto al río y lo hacen suyo, - vamos que van como quien va por el
pasillo de su casa - y desde la lengua del agua saludan con su pañuelo a modo
de sirena a Coria, a la Puebla…
Está dormida la marisma. Le
cuesta despertarse. Están los ruiseñores en la ribera y tienen cantos de
ensueños. No se lo digan a nadie, pero no hay canto más bello que el de ruiseñor
que va regalando amor y, entonces, la naturaleza se para y le presta oídos y se
hace eco que se propaga por las orillas del río….
Y los pájaros se dicen unos a
otros: “está regalando amor”. Y hay un despertar de jilgueros y chamarines –
que son los más tempraneros – y verderones. Los mirlos atruenan porque los mirlos
son los pájaros más escandalosos… y se deslizan entre las mimbres y los juncos y los sauces y los álamos blancos que ya se
visten de hojas nuevas.
Y entre todos, cuando la ven
que viene – mi amiga, claro, casi con las primeras luces del alba, se trasmiten
un mensaje. Vamos que se han compinchado y se dicen con ese lenguaje que solo
Dios y ellos conocen, “que ya viene, que
ya viene”. Como viene la aurora, como viene el día y, entonces Dios, que lo ve
todo, ve que todo lo ha hecho bien, aunque a nosotros nos cueste entenderlo.
Y por las orillas del río crece
una sinfonía que solo entienden, Dios, los pájaros y ella…
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