El campo
habla alto, claro; tiene voz propia.
Solo hay que aplicar el oído escuchar.
Tiene su música propia. Solo hay que leer
en su pentagrama. Está achicharrado, y lo dice, y lo pregona, y se muestra
entregado como quien sabe que está condenado a poner la espalda. Espera el
palo; conoce lo que viene, de un momento a otro, y le cae
encima.
Esta mañana al salir el sol el día estaba
radiante. Ni una nube; todo apuntaba a
azul. Alguien encendió una hoguera para quemar algo. Madrugó; y no esperó, por
prudencia, al mediodía. El humo no subía. Una cortina blanca y frágil como gasa que queda flotando porque no puede
elevarse apoyaba una mano en las lomas de Virote; la otra, en Los Cerrajones. Era un puente que
permaneció lo que tardó en consumirse la quema.
La mañana
tomo su rumbo natural. Los pájaros ya habían leído el mensaje del día. Muy pronto se aplicaron a su tarea; luego, desaparecieron. Los pájaros son listísimos y
buscaron una sombra propicia. El termómetro ese chisme que dice qué temperatura tenemos lo fue cantando. A las trece y cuarenta y cinco minutos, anunciaba
48º, al sol. Vamos como si los que andamos de un sitio a otro tuviésemos
aseguradas las sombras…
Me acuerdo
de la canción que acuñó el saber popular. “De segar de los secanos / ya vienen
los segadores / de beber agua de pozo / todo llena de gusanos”. Ahora ya no
quedan segadores de aquellos. Las máquinas han ocupado sus sitios y el
maquinista puede que hasta lleve una neverita con agua fresca y aire
acondicionado en cabina…
Quedan otros
trabajadores en el campo. Esta mañana, una cuadrilla, verdeaba, aunque ya están
amarillos, limones sensuales y rendidos. Los limones también saben del calor y
aguantan pero solo lo preciso porque ellos tampoco pueden con estas puertas del
infierno abiertas de par en par y es su manera de hablar alto y claro.
Dicen que
esta noche es mítica. La gente quema lo que le sobra. Si yo pudiera quemaría el
infierno que se nos ha llegado. Nadie lo ha llamado; nadie, le da la bienvenida porque esto no es ni el calor,
ni la calor, ni la flama, no, no. Esto es mala leche.
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