viernes, 23 de junio de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Hoy

El campo habla alto, claro;  tiene voz propia. Solo hay que aplicar el oído  escuchar. Tiene su música propia. Solo hay  que leer en su pentagrama. Está achicharrado, y lo dice, y lo pregona, y se muestra entregado como quien sabe que está condenado a poner la espalda. Espera el palo;  conoce  lo que viene, de un momento a otro, y le cae encima.

 Esta mañana al salir el sol el día estaba radiante.  Ni una nube; todo apuntaba a azul. Alguien encendió una hoguera para quemar algo. Madrugó; y no esperó, por prudencia, al mediodía. El humo no subía. Una cortina blanca y frágil como  gasa que queda flotando porque no puede elevarse apoyaba una mano en las lomas de Virote;  la otra, en Los Cerrajones. Era un puente que permaneció lo que tardó en consumirse la quema.

La mañana tomo su rumbo natural. Los pájaros ya habían leído el mensaje del día.  Muy pronto se aplicaron a su tarea; luego,  desaparecieron. Los pájaros son listísimos y buscaron una sombra propicia. El termómetro ese chisme que dice qué  temperatura tenemos lo fue cantando.  A las trece y cuarenta y cinco minutos, anunciaba 48º, al sol. Vamos como si los que andamos de un sitio a otro tuviésemos aseguradas las sombras…

Me acuerdo de la canción que acuñó el saber popular. “De segar de los secanos / ya vienen los segadores / de beber agua de pozo / todo llena de gusanos”. Ahora ya no quedan segadores de aquellos. Las máquinas han ocupado sus sitios y el maquinista puede que hasta lleve una neverita con agua fresca y aire acondicionado en cabina…

Quedan otros trabajadores en el campo. Esta mañana, una cuadrilla, verdeaba, aunque ya están amarillos, limones sensuales y rendidos. Los limones también saben del calor y aguantan pero solo lo preciso porque ellos tampoco pueden con estas puertas del infierno abiertas de par en par y es su manera de hablar alto y claro.


Dicen que esta noche es mítica. La gente quema lo que le sobra. Si yo pudiera quemaría el infierno que se nos ha llegado. Nadie lo ha llamado; nadie,  le da la bienvenida porque esto no es ni el calor, ni la calor, ni la flama, no, no. Esto es mala leche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario