Va a lo suyo. Viene de Cazorla y se entregará a la mar grande en Sanlúcar. Parece ajeno a la
tragedia que estos días se ha fraguado un poco más allá de sus orillas, a donde llegan sus
brisas pero no su agua. El río está ahí desde siempre. Fertiliza la tierra que
baña. Si el río hablase con la lengua de
los hombres nos diría tantas cosas…
El maestro Barbeito
lleva varios días - días es poco, mucho
tiempo – apuntándolo. La naturaleza es madre y si se cuida devuelve el favor
con tanta generosidad que asombra a cuantos saben que son vida que no se la
quedan en sus entrañas sino que la reparte.
Los cauces - los
montes y las cunetas de la carretera, y los taludes de la vía del tren, también
- de los ríos están dejados de la mano
de los hombres. Hay quien legisla desde detrás de una mesa y no distingue un
barbecho de un erial. Ahora hay una pléyade de gente que se ha dado a sí misma
el título de ecologista y, ¡oigan, vaya cosecha que tenemos este año!
Un agricultor que linde con el río lo menos que levanta es
sospecha de ser un delincuente. De toda la vida de Dios se han cortado las
cañas, y los juncos, y las aneas, y como todo el mundo que sabe, las cañas, después de cortadas, brotan con más
brío, con más fuerza. Eso ocurre con las vides, con los olivos, con los
cítricos. A eso se le llama poda. Pero esos ‘técnicos’ no tienen ni zorra idea
de lo que es eso.
El pastoreo deja limpio los montes. Un pastoreo, lógicamente,
ordenado y en regla. Es la mejor limpieza que puede hacerse del monte y eso se
hace en invierno y en primavera; ahora, en verano lo que no se limpió en su
tiempo corre el riesgo de ser pasto de llamas y tragedia para mucha gente.
Las nubecillas sobre
el cauce del río, según los expertos son evaporación a primeras horas de la
mañana; dicen, también que son vientos condensados. La gente del campo diría
que es solo un apunte del calor que anuncian y que viene. Ahora que ya parece
que estamos en el ‘día después’ de la tragedia de Moguer es el momento de sentarse a pensar y a tomar
decisiones. No es fácil.
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