Es una
pincelada blanca al pie de sierras calizas; un suspiro escapado entre olivares
y campiñas; un anhelo hacia un cielo
azul, puro y limpio; un derroche de cal y arte recostado; un sueño a orillas de
un río…
Paco Campos – en
un excelente trabajo, en Desde el Alto
Guadalhorce que vio la luz hace unos
días - dice, que Villanueva del Trabuco,
que es el pueblo del que se trata, limita, al norte, con el monte de Los
Villares; al sur, con el río. Al norte, terrenos abruptos; al sur, tierras inundables
por las crecidas en su margen izquierda. Se lo ponen difícil, solo una
escapatoria de crecimiento urbanístico: el eje este-oeste. O lo que es lo mismo,
en los bordes de la carretera que lleva desde Villanueva del Rosario a Salinas…
En Sierra
Gorda, San Jorge y Gibalto nacen arroyos de aguas claras: el Higueral,
Chocillas, de la Pita... Todos pierden su nombre, y como en las fuentes del
Esla, se agrupan; nace el río. ¿Dónde nace el río Guadalhorce? ¿Ah? Pregunten
cada uno le da la importancia al que más quiere…
Un surco de fresnos, alisos, chopos y álamos
negros; pequeños puentes de cuentos de hadas; misterio de arte y belleza dice
que por allí, por allí va el río, y quién quiera saber más que vaya a
Salamanca. Por cierto, puestos a saber, el Trabuco está a 47 km de Málaga, a 84
de Álora –que está “en par del río”, y es mi pueblo - , a 492 de Madrid, a 1.748 de París, a 5.341
del Cabo Norte, en Noruega, y a 12.949 de Jabarosk donde se unen el Amur con el
Ussuri…, kilometro más, o kilómetro menos.
Por aquí
anduvo el hombre primitivo; luego, vinieron romanos y visigodos. En su suelo se
construyó un ‘trabuco’, máquina de guerra, o sea, catapulta que lanzaba piedras
y otros objetos contra fortalezas y murallas.
Se empleó en el cerco de Loja. Por aquel entonces, como ahora, la gente se
entendía de una manera muy rara; es decir, agrediéndose entre ellos.
Tiene el
abanico de nombres más raros del santoral: Fulgencio, Gerásimo, Jacinto,
Ambrosio, Horacio…
-
Y,
¿aquí no hay ‘Pepes’, ‘Antonios’ o ‘Juanes’?, preguntó el cura recién llegado, que se llamaba Victoriano.
Pasaba una niña; le pregunta:
-Y, tú ¿cómo te llamas?
- Córdula.
-
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