Estas mañanas en que el
calendario dice que aún es primavera pero el tiempo avisa que el verano está
aquí, no en la puerta, no; sino dentro, amanece muy temprano. Poco después de
la seis ya se ve. El día, disipa las sombras; abre con fuerza, con el poderío
del toro que no quiere más chiqueros y pide plaza.
Cuando aparecen los primeros
rayos de sol por Cerro de la Fiscala la
luz se adueña y enseñorea de todo. La
LUZ, la que manda en la luz estos días está anunciando su presencia por el
campo de una manera que se hace aún más visible.
Las espigas piden hoz y barcina
y era en la que trille bajo el infierno del medio día cuando la cañas se tornan
hirsutas porque han perdido la blandura de la madrugada y, entonces, se
convierten en paja bajo el pedernal del trillo o bajo la rueda dentada del
rulo. Una cobra de cuatro yeguas y un trillero
con un zurriago largo, y un potrito, lleno de cascabeles…
Canta un pájaro en la costera
de enfrente. Están sacando las perdices. Hay varias camadas de perdigones que
se camuflan en los rastrojos y buscan el amparo de la madre en las horas en las
que más aprieta el calor. Estos perdigones tienen que pasar el verano y se
harán pájaros y cantarán, como esta mañana, canta un adulto de reclamo contra
otros que se las andarán por sus cercanías.
Hay pececillos nuevos en las
charcas del arroyo. Estos pececillos tienen los días contados. Desovaron cuando el arroyo
corría con agua y a medida que las calores lo han agostado ha dejado de correr.
Estos pececillos buscan refugio bajo las sombras de las adelfas que están
floridas, preciosas.
El campo no sabe - ¡qué bien! –
de confrontaciones de políticos que se insultan con un vocabulario soez y
procaz; el campo no entiende de la
pléyade de la ladrones de la que este año, como el otro, y como el otro, hay
una cosecha espléndida. El campo sí sabe que todo el que se acerca a él lleva
la mano alargada y como poco, como muy poco, se trae polvo en los zapatos…
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