sábado, 10 de junio de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Manuela Malasaña

La pintan como una muchacha agraciada; de tez fina; ojos grandes y pelo de color rubio oscuro; rasgos suaves y boca grande; la barbilla alargada proporcionaba aún más belleza a su cara. Se conservan dos cuadros con rasgos muy similares: en el Museo del Ejército en Toledo y en la Academina de la Historia.

Manuela Malasaña es una de las muchas heroínas que surgen en España en el levantamiento con los franceses el  Dos  de mayo de 1808. Hija de un panadero de origen francés, Jean Malesagne, que había ‘castellanizado’ su apellido por Malasaña y Marcela Oñoro. Nació en Madrid en 1791

De profesión costurera. Algunos autores dicen que bordadora en un taller cercano a su domicilio en el cuarto piso del número 18 en la calle de San Andrés. No hay tampoco unanimidad de cómo acaeció su muerte.

Según unos, su padre defendía desde la ventana de su casa el cercano cuartel de Artillería donde Daoíz y Velarde resistían heroicamente. Manuela le facilitaba pólvora y municiones.  Una bala perdida le ocasiona la muerte. Solo contaba diecisiete años.
Hay quien opina que su muerte ocurre al día siguiente; o sea el Tres de mayo. Manuela va, sola,  del taller a su casa. La abordan unos soldados, pretenden abusar de ella; se resite. En el registro encuentran unas tijeras que dice que es un instrumento de su trabajo y que utiliza en su labores.

Los soldados la consideran un arma. La matan. Lo que está demostrado es que su cuerpo sin vida lo trasladan a la cercana parroquia de San Martín de la calle del Desengaño, para posteriormente darle sepultura, como persona pobre, en el  camposanto del  Hospital de la Buena dicha.


Manuela Malasaña da nombre a una calle con que el pueblo de Madrid quiso recordar a una de las personas llanas del pueblo que se levantaron contra la invasión napoleónica. Años después la movida madrileña ha borrado el primitivo nombre de Barrio Maravillas para pasar a ser conocido como Malasaña.

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