Junio, quisiera decirte una
cuantas cosas ahora que ya estás en todo tu señorío. Verás, cuando yo era niño,
de lo que hace mucho tiempo, - tuve la mala fortuna de ‘despertar’ de ser niño
y no le hice caso a Miguel – tú eras un mes soñado, querido, anhelado. Tú eras
un mes bello.
Volvía a casa. Seis meses fuera
era una crueldad. De Navidad a verano era demasiado tiempo. Desde unos días
antes de que llegases casi al final, o sea, en torno al veinte, más o menos, el baúl estaba preparado. Esperábamos el día…
Por estas fechas andábamos de exámenes y
con las notas en el bolsillo, ahuecábamos el ala al verano que nos esperaba.
La argamasa, los remolinos’
, la playita – por supuesto que de
río – la nerisca de Lería, las
albercas de Flores…, estaban allí, donde siempre, nos esperaban desde el año
anterior, y nosotros íbamos, y nos reencontrábamos como los viejos amigos que
hacen tanto que no se ven que casi se quedan sin palabras en el encuentro.
Se me agolpan los recuerdos. Se iba la tarde; me he sentado en el rancho.
La parra ya tiene los racimos granados, están como pezoncillos de novicia que
cumplen su ciclo y esperan la sazón oportuna; el jazmín está ahíto de pespuntes
blancos que abren cuando el sol decide que hasta aquí hemos llegado por hoy y
se esconde detrás de la sierra.
El campo se echa al amparo de
las sombras. Lo decía Juan Ramón: “la noche entra, y la luna se inflama allá en
el fondo”. Y es verdad. Una luna más pequeña
– porque está en menguante- se asomó por lo alto de los Lagares. Las
cencerras de las bestias en el rastrojo del trigo tienen una música especial.
Zumban los mosquitos y el saetazo inoportuno pone el puntito de realidad que
rompe la poesía.
Se agolpan los recuerdos; se
idealizan; no van a volver. Ahora, un perfume embriagador se desprende del
jazmín. Si estuviera mi madre, hoy habría cumplido cien años, y se habría ensartado
una biznaga en el canalillo de su pecho -“más que una flor y menos que una estrella…” –
y será por eso que a mí los jazmines me huelen a madre….
Si el relato es bueno como siempre, hoy el final es digno de un abrazo fraternal.
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Juan.
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