Sebastián de Iradier escribió en el siglo XIX
una canción de amor bellísíma. La Paloma; ha batido récords. Se ha
cantado en muchos idiomas y en todos ha dejado patente la belleza y la sutiliza
de su mensaje.
Marilina se las anda por la verde Asturias. Se ha
ido de vacaciones. Cada día nos cuenta, en un diario de imágenes, su caminar
por aquella tierra, lejana en el mapa pero con una fuerza interior enorme. “Asturias, si yo pudiera, / si yo supiera cantarte,
/ Asturias verde de montes; y negra de minerales”. Eso, no es mío; es de
Víctor Manuel.
Marilina equivocó la profesión y se dedica a
archivar números y esas cosas de los papeles. Lo suyo es la fotografía.
Marilina – me repito, una vez más – ve lo que todos miramos pero solo ella ve
¡y de qué manera! Y, además nos lo cuenta.
Luanco está cerca del Cabo de Peñas, sí ese que cantábamos en la
escuela cuando decíamos: Machichaco, en Vizcaya; Ajo, en Santander; Peñas, en
Asturias; Estaca de Bares, Ortegal y
Finisterre en La Coruña… Y los niños seguíamos con una cantinela monocorde el puntero por el mapa de hule.
El mar el Cantábrico los días que sin galerna se
muestra como un mar placentero y dulce: Hasta su rebalaje llega el verde de la
tierra o los malecones de los puertos que pone freno al oleaje cuando se pone
fiero.
Luanco se asoma a su orilla. Hasta el malecón llegó
una paloma. Se posó. ¿Adónde iría esa paloma? ¿Se habría tomado un respiro en
un camino largo por cielos entelerañados para romper el azul de la mañana? ¿De
dónde venía? De La Habana, esa que dicen que es como Cádiz pero con mas
negritos; no. De allí no venía. ¿O sí?
No es la paloma de Alberti. Dijo Rafael que la suya,
se había equivocado. Pensó aquello de la calor y la nevada; que si el trigo era
el mar; que si tu corazón – ay, tu corazón – su casa… Bueno, no dijo
exactamente así, pero se entiende.
Iradier lo dejó claro. “Si a tu ventana llega una
paloma / trátala con cariño…” No sé, no sé. Desde hace mucho tiempo cada día…
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