viernes, 23 de diciembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cuento apócrifo de Navidad

Y, entonces, ella abrió con dificultad la ventanilla. La ventanilla estaba partida en dos.  Cogió con fuerza los pestillos de los extremos; bajó el cristal. Llegó hasta donde la seguridad y la mecánica lo permitían. El tren cruzaba un puente. Los abetos eran árboles  de juguete en el precipicio. La nieve se desparramaba por las laderas.

Una bocanada de aire frío entró con fuerza. Azotaba su cara. Sentía frío y helor… Su pelo,  la aparte de su pelo que dejaba libre el gorrito de lana de colores azul y blanco se agitaba locamente. El pelo era un capricho suelto…Un sol tibio de media tarde daba un sentido diferente al paisaje.

Él la cogió con fuerza. La estrechó sobre su pecho. No se decían nada. Se sintieron. Percibieron el calor de sus cuerpos a través de la ropa gruesa de los abrigos. Las manos estaban protegidas por guantes de cuero; el jersey marrón y de cuello vuelto daba calor a la garganta.

No se decían nada. Pensaban. Recordaban que a muchos kilómetros en su tierra, a esa hora,  ya hervían las ollas en la cocina. Las mujeres estarían afanadas en la tarea. Aquella noche en las mesas de muchas casas…

El Nacimiento de todos los años estaba en el rincón del salón. El salón de su casa olía a romero y a tomillo; olía a sierra; a serrín tintado con anilina que se hacía campo de hierba verde. En un río de papel de plata nadaban unos patos sobre el cristal. Una pastora con un cántaro sobre su cabeza pasaba por el puente…

Y, entonces, ella subió la ventanilla. No se dijeron nada. El tren llegó a la estación. El andén era un mar de nieve. La gente caminaba de prisa. Tomaron un transporte público. Cruzaron calles iluminadas con bombillas pequeñas. Llegaron a casa. El reloj automático había puesto la calefacción a su hora… La casa estaba climatizada.


No se dijeron nada. Sobre la mesa… La crisis, la puñetera crisis, hacía que ellos pasasen la primera Nochebuena lejos de su casa. Y, entonces un abrazo de amor los fundió; por las mejillas corrían gotas agua clara con sabor salado; la llaman lágrimas. En un lugar lejano, muy lejano ardía un puñado de troncos en la chimenea…

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