domingo, 18 de diciembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Niño, arregla esto

Hay un repiqueteo de lluvia en la ventana. Llueve. Hace varios días que llueve. Se han empapado los campos; corren los arroyos. Las lomas se han vestido de esperanza; o sea, de verde. Apuntan los trigos y cuando caliente el sol de primavera serán espigas de pan y harina blanca bajo la piedra del molino.

Hay un repiqueteo de malas noticias en la televisión, en la radio, en los periódicos. Huye la gente de Alepo. Dicen que miles de personas están atrapadas entre el frío, el miedo y el odio. La temperatura del odio en aquella zona parece que ha alcanzado cotas inimaginables.

Hay un repiqueteo… No, repiqueteo no; estruendo de bombas en Nigeria. Lo peor de todo con niñas como instrumentos portadores. La ciudad de Maidiguri - ¡qué sabe Dios dónde queda! - cien kilómetros más abajo del lago Chad ha salido en las portadas de los informativos.

Hay un repiqueteo de dolor. Demasiado. Rompen el alma. ¿Cómo se puede ser tan cruel? A veces hay preguntas y las respuestas o se esfuman o no quieren venir. Son demasiado duras. No hay mente que dé cobijo y comprensión a tanta crueldad.

Hay un repiqueteo de consumismo. Señoras guapísimas publicitan perfumes; bebidas, lujos. Nos seducen; nos invitan a comprarlos. Felicidad a cambio de dinero. Un imposible. Llegan días en que tenemos que ser felices por decreto, comer por decreto, beber por decreto…

Huye mucha gente, otra gente, por arenas calientes de otros desiertos. No son magos a lomos de camellos; no hay pajes que tiran de las bridas… Vienen descalzos; huyen del hambre. En la mediación del camino se encontrarán alambradas con serpentinas y… el mar. ¡Ellos que nunca han visto el mar!

Te lo pide el Maestro Barbeito en la voz de la alegoría del Amor. (Noches de espectáculo, con El día que Jesús no quería nacer… Todo cedido para Caritas, ya sabes, algo es mucho para los que no tienen nada).


Tienes que venir y arreglar esto. No le hagas caso a ese montón de ángeles malos que solo velan por sus egoísmos encerrados en despachos de moquetas.  Allí no entra el corazón ni la razón. El dolor está en las calles… En tantas calles y en tantas ciudades… “Qué sí, que sí merece la pena que te lo pide el Amor”.

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