Ella tenía unos ojos de ensueño, máscara de pestañas. Ella era esa
belleza única que un día aparece en un recodo del camino. Ella era el imposible
de una noche de primavera – de primavera
de abril - de sueños en la madrugada y estrellas perdidas al otro lado de la
sierra, entre otras estrellas que se iban por no se sabe donde…
Ella tenía unos labios sensuales; unos labios con un
dejo de poesía a sabiendas que nunca será posible. Ella es única. Distante.
Perdida en un mar de lejanía. Ella es la ausencia de un sueño imposible…Ella es
eso, todo eso…. Nada más y nada menos que todo eso.
Ella encerraba en sí la ausencia del imposible. La
distancia. La lejanía. El amor que va por esa senda que marcan los caminos,
¡Ay, los caminos…! El amigo – o ese, la
conciencia - , que te dice: olvida. Ella tiene que ser el
recuerdo y tú que no, que el olvido no existe, que no, que no quieres olvidar,
que no puedes…
Ella va por otras calles. ¿En qué esquina de la
calle ella volverá su vista atrás? Y tú
que piensas que te busca a ti. Que te quiere decir… No. Ella va por otras calles, por otras esquinas…
Bebe de otros vientos…
Hay un viento de rosas – con olor a polvos de talco,
porque el maestro Barbeito dice que las rosa huelen a polvo de talco -. No
Maestro, la rosas huele a amor mal herido, a herida cerrada en falso. A herida
que tiene un mensaje en los ojos y nadie, salvo a quien va dirigido, sabe de su
mensaje.
Ella va por… ¿por dónde va ella? ¿Está tan perdida
que el amor imposible también le ha dislocado sus puntos cardinales? Esta
mañana he estado por las calles de siempre, por los rincones de siempre, por
las esquinas de siempre….
Las campanas de la catedral tocaban a misa
tempranera. No hay canónigos ni beatas que acuden a esos toques de campana… He
estado en el bar de siempre. Lo de siempre. Un machaco tempranero, un café
cortado…. No ha pasado. Ella… Hace tiempo que no pasa ella…
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