lunes, 5 de diciembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amira

Tarde de otoño. Pasan los últimos coletazos de la borrasca. Hay un cielo sucio de nubes rezagadas que no quieren irse. Son nubes perezosas de esas que siempre van a la cola y parece que miran desde sus alturas a la tierra empapada. Se apuran las escorrentías de los arroyos; buscan el río; que va a otro río, que va a la mar…

Me llama Juan, - Juan Blanco – que va a sus cosas. Me invita a café en donde Miro. ‘Mitad, y de té con leche’ que por cierto quema como dicen que queman las lenguas de los suegras (los que se lleven con cariños de ida y vuelta entre suegras y yernos, claro).

Me dice que ha colgado una actuación de Amira Willighagen, ‘O mio Babbino caro’. Le digo que no la conozco. Amira nació en Nimega, en los Países Bajos, como quien dice ayer tarde – 2004 – no ha recibido clases. La descubrieron en esos programas en los que buscan talentos nuevos.

Juan me dice, y yo creo que se queda corto, que si los ángeles existen y un día decidieron bajarse a la tierra se reencarnaron en esta niña y cantan por su voz. Amira tiene una garganta de cuerdas vocales únicas, sublimes, excepcionales…

Se va la tarde de otoño. El sol dulce parece que se ha tomado unos días de respiro. Las televisiones nos bombardean – son tan originales, ¡mecachis! – que no se mueven del mismo sitio… Cuentan las mismas cosas, entrevistan a la misma gente y ofrecen las mismas imágenes.

Vuelvo a escuchar a Amira. Pienso que no he visto ninguna imagen con polideportivos de la Costa del Sol abiertos acogiendo con mantas y sopas calentitas a los mendigos que estas noches de lluvias torrenciales estarán empapados hasta los huesos…


Hay otros ángeles. Los llaman ‘Los Ángeles de la Noche’. No salen en las televisiones que están apostadas en las orillas del río Guadalhorce. Esos ángeles no tienen la voz dulce de Amira; no. Tienen otra voz. La escuchan – porque van con otro registro – las almas diferentes. Es la gente que no pide nada y da lo mejor de sí mismos para servir a los demás… ¡Cuántos ángeles de voces únicas, sublimes, excepcionales!

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