La ciudad es un pueblo grande; muy grande. Creció
junto a un río de tercera división. Viene de las montañas y, – como muchos – va
a otro río. Casi no lleva agua. Han gastado mucho dinero en adecentarlo; lo han
conseguido, a medias.
La ciudad se amparó al sur de una cordillera: el
Sistema Central. Sus sierras toman diferentes nombres: Ayllón, Somosierra,
Guadarrama… Las sierras, lejanas de la ciudad se tocan de blanco cuando nieva
en invierno y por las tardes cuando el
sol dice a irse el cielo se pinta de azul velazqueño.
Las tierras que están al sur de la ciudad son
tierras pobres; improductivas. Páramos inhóspitos. No dan casi nada. En verano,
los reseca el calor sofocante, ardoroso; en invierno, los asola el helor y el frío
intenso. Esperan y esperan…
Un velo parduzco, a modo de boina, cubre la ciudad.
Es la contaminación. Dicen que la culpa la tienen los gases de los coches, el
humo de las calefacciones, el tráfico sobredimensionado, la ausencia de lluvia;
los vientos que no corren; las cosas que hacemos mal los hombres.
La ciudad está edificada con edificios importantes.
Soberbios. Reflejan época distintas, gustos diferentes, modas imperantes,
disponibilidades monetarias; leyes absurdas y permisivas. La ciudad es un reflejo
de muchos tiempos.
En algunos barrios sus calles son estrechas. Tienen
nombres originales, curiosos, esperpénticos. Calle de la Abada, Salsipuedes,
Panecillo, Pan y toros, Volver a empezar, Tintín y Milú; otras, recuerdan
oficios: Alabarderos, Cuchilleros…; de personajes ilustres; o del Amor Hermoso
y, ¡cómo no!, del Desengaño, y de los Misterios.
Mucha gente vive en la ciudad. Algunos nacieron en
otras tierras. Acudieron; la ciudad los acogió. Alguien acuñó algo muy bonito:
“la ciudad donde nadie es forastero” Además, cierto. Otro, dijo que de allí al
cielo. Hasta ahora no lo he comprado; tampoco, tengo prisa.
Hay, también, otra población. Va y viene. La llaman,
‘flotante’. Negocios, finanzas, cultura, ocio, eventos, comunicaciones,
industrias. Dicen que, en esta ciudad,
se cuece todo: lo bueno y lo malo. Dicen y dicen. "Pongamos que hablo de
Madrid". Pues eso.
No es un tópico Pepe, que en Madrid nadie se sienta forastero. Hay otras ciudades en donde vives toda la vida y nunca dejas de ser un extraño...Hace ya años, en la radio matinal, había un programa titulado “La ciudad es un millón de cosas” y ese eslogan cuadra a la perfección con Madrid. El que yo viví, era acogedor, amable y a nadie le preguntaban jamás por sus raíces. En este país nuestro - antes llamado España – no he encontrado nunca otra ciudad, tan abierta y cosmopolita como Madrid...
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