Era un hombre
culto. Escribía bien, pintaba bien, conversaba bien. Tenía un trato agradable y
placentero. Compartía tertulia, bajo el sombrajo de la parra, en las tardes
largas, plomizas de verano.
Aquel hombre
vivía en Málaga. Venía de vacaciones a la Venta, a la Venta Tendilla, y se
acercaba, algunas mañana, al pueblo a hacer los quehaceres propios de un hombre
que pasa unos días de vacaciones de verano en el campo.
Aquel hombre
regentó una escuela en Málaga y en Écija. No sé cuál fue el orden exacto. Tanto
monta… Es decir, tenía la vocación – una de las vocaciones más hermosas – de
abrir los ojos curiosos de los niños al mundo que lo rodeaba.
Yo no lo
conocí. No sé si alguna vez lo vi de lejos o tuve alguna lejana memoria de
verlo pasar por mi calle cuando iba a ver a don Juan Calderón o a echar el rato
con otros maestros.
Supe de él
porque comencé a leer lo que escribía en SUR y para uno que gusta de manchar
papeles, eso de saber que en mi pueblo pasaba temporadas un hombre que escribía
en el periódico levantaba una curiosidad insostenible en el muchacho ávido de
saber.
José María, -
José María Fernández Cívico, que es de quien se trata - nos conocía muy bien. Retrató la sociedad
campesina con la que compartía muchas horas y lo plasmó en sus artículos.
Analizó su
manera de hablar y nos contó: “También
dicen palabras que no encontramos así de golpe pero que resultan maravillosas
cuando, nos topamos con la palabra-madre que la originó. Esto sucede con ‘acarreto’
‘hundidero’ ‘cajorro’ o escuchar viejas palabra como alifa, el estallido de luz
verde que ilumina nuestros campos en primavera, el alfa de los tallos que
vestirán el árbol desnudo…”
Y nos habló de
cuándo venía al pueblo y del paso de “la
alcantarilla sobre la acequia, luego
bajo el puente del ferrocarril y mirar a hacia arriba, y se nos ofrece un
paisaje maravilloso”.
Recopiló
costumbres y palabras nuestras; fue una hormiguita de la antropología; al
hormiguero aquello valorado por quien tiene la visión de quien vuela por otra
coordenada. En su fuente hemos bebido muchos. Tenía una deuda de gratitud con
él…
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ResponderEliminarPara mi, siempre fue Don José... Cuando mi padre, el verano del 58 me dijo que iba a estudiar, todo mi mundo cambió en un instante. “Estudiar” entonces, significaba ingresar en el Bachillerato – a cara o cruz en mi caso, pues era en septiembre – y ya estaba mediado julio y entonces fue cuando conocí a Don José, que - el decir popular – tenía fama de sabio...
ResponderEliminar¿Cuanto va usted a cobrarme por las clases? - le pregunte- “No nos discutiremos por eso...”- aclaró tranquilizador.
Desde ese día, bajo la frondosa parra de su casa en la Venta de Tendilla, Don José me explicaba matemáticas de forma fácil y amena.- “Hoy vamos a aprender a permutar términos. ¿Sabes lo que es permutar..?”
- Pues debe ser lo que hacen los médicos, cuando operan y cortan algo, ¿no?
Don José, sin reírse, dijo que esto era “amputar” y luego, con toda sencillez, me explicó la etimología de ambas palabras y por último la operación matemática.
Las tardes, cada vez se hacían más gratas, pues el maestro no eludía ningún tema, sin importar si eran o no de las clases. De él aprendí - conservándolo toda mi vida - el afán por conocer cosas nuevas que sus enseñanzas transmitían.
El saber – me explicaba - es como un rompecabezas donde crees que algunas piezas no sirven, pero luego, te das cuenta que todas son necesarias y mientras más usas, mayor y más bella es la figura que compones … El único mal –decía con tristeza– es que nunca podremos acabar de componerla...
Con septiembre- una vez superado el examen - llegó la hora de la despedida, y cuando – como un hombre – estreché su mano, me dijo: “No olvides que no hay mayor sabiduría que la humildad y que las mejores lecciones serán gratis y las recibirás de gentes que carecen de estudios...”
Yo - querido amigo Pepe - le debía, este pequeño homenaje a don José y me alegro - gracias a tu blog - poder haberlo hecho...
Se intuye claramente que debió ser persona admirable.
ResponderEliminarSe intuye claramente que debió ser persona admirable.
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