Era delgada y esbelta; era la dulzura en el palabra; era una mujer que no pedía nada para sí. Apareción en Álora como lo hace la gente Grande – con mayúscula
– si hacer ruido. Sencilla, humilde; tenía ante la dificultad, la dureza que tiene el acero. Se dedicó a
darse a los demás. Con lo bien que suena y lo duro que resulta.
Tuvo una niñez marcada por el dolor de la orfandad y
la educación esmerada de lo que en los comienzos del siglo XX se entendía por
una ‘familia bien’. Formación; colegio en un nivel por encima de lo que había
en la época. Magisterio, piano, enfermería, Bellas Artes…; Madrid.
Un día conoce la necesidad de los otros. El Pozo del
Tío Raimundo, la mejor escuela. Sabe de una España que da mucho pero necesita
más. Es la España del chabolismo que crece y crece en torno a las grandes
ciudades (en otras que no eran tan grandes; también). Ella, y otras, tan
anónimas como ella, dan un giro a su vida. Dan todo; es decir se dan ellas.
En 1949 llega a Álora. Comienza una labor enorme:
acogen niñas que por circunstancias de la vida lo necesitan más que otras. Hay
un peregrinar por diferentes lugares: calle de la Parra, de Atrás, Convento de
Flores. Saben lo que son las noches de tormenta, frío y sin luz; conocen la
carestía y…, la Providencia que aparece siempre. Viven de la caridad; no tienen de nada.
Cambian un poco los vientos; mejoran algo, se
trasladan a las antiguas escuelas en la Plaza Baja de la Despedía…. En los años de
vida en el pueblo son los primeros tiempos de las ayudas sociales. Se les dota con una
Escuela Unitaria. En 1969 les construyen un nuevo hogar en la barriada de Poca Agua; junto a su busto no faltan las
flores frescas…
Resignación, humildad, dulzura. Vivieron años de
mucha estrechez económica; tuvieron, con creces, la riqueza espiritual del que
sabe a Dios consigo. No se lo guardaron; lo transmitieron.
Hoy, 23 de febrero, hacen solo 116 años que los ojos
de la Señorita Laura - Laura Aguirre Hilla - vieron la luz primera; luego, ella
nos mostró a Luz a los que tuvimos la suerte de conocerla…
Las “niñas de la Señorita Laura”, solían - de vez en cuando - ir por las casas de campo, a pedir comida para su sustento. Iban vestidas sencillas, pero limpias, pedían con humildad, en unos años en los muchos de los que daban, se lo tenían que quitar de su boca, porque estaban tan necesitados como ellas... Conocí solo de vista a Laura, pero he conocido y conozco a muchas de las niñas - hoy mujeres - que ella acogió, alimentó y educó y si por los frutos se ha de juzgar el árbol, este debía ser como eran, los árboles del paraíso...
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