Álora se acuna como una pincelada blanca a los pies
de El Hacho. Álora es una gota de rocío que se abre al sol de la mañana; un
suspiro que se queda entre la tierra y el cielo y quiere subir y no quiere
irse, como esos deseos que empujan un poco más allá pero de los que no queremos
desprendernos.
La Sierra de Abdalajís es una mole de piedra
grisácea y caliza. Corta los fríos vientos del norte cuando arrecia el
invierno. A la izquierda, La Huma; en medio, la vaguada que arranca en el
cortijo de la Parda y se termina en el Puerto de Flandes; a la derecha, la
Capilla, y a media ladera un pespunteo de progreso en la vías del tren de Alta
Velocidad.
Una cortina suave de nubes, mitad bruma, mitad
evaporación, corona las cumbres. Se asoma al valle. Siempre se llamó Hoya de
Málaga, ahora los geógrafos le han cambiado el nombre. Se llama Valle del
Guadalhorce. ¿Qué más da?
El río – que no se ve - viene desde los Alazores
donde se dan la mano las provincias de Granada y Málaga y se arranca como para
el Guadalquivir. Luego, cambia el rumbo. Rompe por el Desfiladero de los Gaitanes;
busca otro mar, el Mediterráneo de maremotos y pateras de emigrantes. Por
donde vino el comercio, la Democracia y
el Derecho… el “nuestro”.
Marilina con ese ojo que capta lo que todos miramos
pero sólo ella ve nos ha mostrado también un cielo azul y limpio y una parte de
la Garbía malagueña. Hay quien dice que estamos casi en el escalón de entrada
de la Serranía de Ronda.
Son piedras de arenisca; rocas maleables, fondo del
mar de Tetis de hace millones de años. En su suelo han encontrado restos de fósiles marinos. En las laderas se
chorrean los olivares. Crían una de las mejores aceitunas de mesa, la “manzanilla
aloreña”. Dicen, los que saben, que es envidia de otras muchas…
Álora, caserío blanco, en la distancia se hace
antojo de llamada, apetencia insatisfecha, muchacha sensual que se insinúa, se
deja querer y, luego, se entrega. ¿No me crees? Cuando quieras vienes y lo
compruebas.
Como por ensalmo Pepe, tu Ítaca de ayer, se ha transformado en tu Álora de hoy. ¿Porque será que ya me barruntaba algo así...? Aunque ya veo, que estás realmente en Ítaca, porque las piedras areniscas de la serranía, las haces emerger - como así debió ser – del fondo del Mar de Tetis, es decir, de donde estaba la Ítaca de Homero, pues de él nació nuestro Mediterráneo. En resumen – querido amigo – que al final estás, donde ayer dijiste que ibas a estar. Dale un beso a Penélope...
ResponderEliminarQué bien describes, maestro, lo que conoces -por estudios y por amor- mejor que nadie. Magnífico retrato, querido Pepe. Enhorabuena.
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