Las olas se estrellan contra la costa. Las olas son
enormes. Soy de tierra adentro pero olas de nueve o diez metros no debe ser una
cosa como para andarse de juegos. El temporal en el Cantábrico ha marcado
muchas líneas.
El temporal, también, ha sido de agua y nieve. Los
ríos salidos de madre; puentes sobrepasados; orillas, arrasadas. Las choperas
de las riberas tienen el agua al cuello, o sea a una altura muy considerable.
No se ha quedado atrás la nieve. Carreteras y puertos
cortados. Nieve con avaricia en las cunetas. Quitanieves y Guardias Civiles - norma de la
Casa - trabajan a destajo y sin reloj. Vehículos atravesados cortan el paso. No
se puede transitar; está obstruida la calzada.
El viento ha arrancado ramas en los árboles. Algunos
árboles de los parques están demasiado enfermos. Tienen los troncos y las ramas
podridas; otros, son árboles enclencles; la madera blanda. No soportan los
aires huracanados. No sé; algo pasa.
Y, en medio de todo, los titulares de los periódicos.
Alarman: siembran zozobra. Vienen a decir lo mismo. Rescates – ya se sabe, de
antemano, cuál es el resultado – de pescadores; se los ha llevado la mar. Los
hombres que, honradamente, se tienen que ganar la vida arriesgan demasiado. ¡Qué dura es la mar!
Pero, ¿y, los que se van a pescar desde las rocas? Y,
¿los que se acercan en demasía porque hay que sacar unas fotos? ¿Para qué
leches quieren las fotos? Los profesionales con
teleobjetivos se las dan mejores.
Desatienden los consejos. Lo dicen hasta por
perifrástica que se retiren de los paseos marítimos y de los lugares donde no
suele llegar el mar y que, con los temporales, llega. A los hechos me remito.
He visto imbéciles – y perdón por la palabra – en el mismísimo rebalaje
toreando olas. Luego, las lamentaciones.
He dejado para el párrafo final lo del niño
arrebatado de los brazos del abuelo por un golpe de mar, en Navia. Ha sido la
desesperación. Ha sido una tragedia. ¡Dios mío, Dios mío!
Por desgracia, se valora el ser el primero en algo, aunque ese algo sea una memez Pepe. ¡Ah! Y por supuesto, “colgarlo” en Internet, porque sino la cosa no vale. Pero siempre ha habido memos, hasta entre gente presuntamente famosa. Se cuenta la anécdota de Ava Gardner, cuando vivió su “pasión española” junto a Dominguín, y la noche en que la artista sucumbió a los encantos del torero, este, acabada la “faena”se vistió y se dispuso a salir. “¿Donde vas..?” ,dicen que le preguntó la bella. ¿Adonde voy a ir ?– respondió nuestro hombre extrañado – ¡ a contarlo...! Entonces, aún no había Internet...
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