domingo, 30 de noviembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La red

                                              

Los muchachos que eran primos coincidieron en la casa de la abuela. Compartían unos días de vacaciones de verano. Vivían lejos el uno del otro, pero el encuentro siempre era motivo de mucha alegría y de compartir todo lo que había, que no era mucho salvo las ilusiones de una aventura.

El campo siempre ofrecía según qué tiempo algo que no daba en otras fechas. De los dos primos, el mayor era el líder. El otro, por edad y porque su primo mayor sabía más que él de muchas cosas, siempre lo seguía.

Aquel día idearon poner una red para pillar pajarillos. Buscaron la red que estaba en el trastero, que en casa de su abuela, se llamaba ‘San Sebastián’, por lo fresco que era en verano. En el trastero todo estaba revuelto aunque las cosas estaban en su sitio: varias orzas con tocino salado, el lebrillo de la matanza, un pilón de aceite, trojes donde vaciaban el trigo cuando, en costales de lona, lo traían de la era…

Había un par de bieldos, rastrillos, cuatro cribas, una pala de aventar y varias escobas de ramas. En el techo había una trampilla que siempre estaba cerrada y por donde se subía al palomar. Los frontiles de la vacas con los espejitos sucios por el polvo colgaban en la pared y dos cencerros gordos que se los ponían a las bestias, de noche, en las rastrojeras de verano.

Los muchachos lograron desenmarañar la red. La montaron; no tenía troneras por donde pudiesen escapar los pájaros…Todo estaba a propósito desde de la última vez que se había usado. Bajaron a la cañada y buscaron un ‘aguaero’.

 Hacia ‘arriba’ la cañada se estrechaba, había muchas adelfas y además pasaba la gente con bestias; el cauce se encajonada, apenas tenía un tramo recto, y el primo mayor que sabía más de esas cosa dijo que aquel sitio no era el propicio.

Encontraron que por otra cañada menor que confluía bajaba un hilo de agua. Encinas, por la margen derecha; retamas y olivos viejos, por la izquierda. El sitio apropiado. Con troncos secos y leña hicieron el cobertizo para el camuflaje…


Se levantaron de madrugada. Los muchachos sintieron el frío de la madrugada. Cuando clareaba se arrancó el campo. Era una sinfonía de pájaros cantando. Clareaba el día; luego todo era luz; comenzó la calor. No entró ni un solo pájaro a beber. Desilusionados, media mañana, contaban la experiencia…

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