Los muchachos que eran primos coincidieron en la casa de la
abuela. Compartían unos días de vacaciones de verano. Vivían lejos el uno del
otro, pero el encuentro siempre era motivo de mucha alegría y de compartir todo
lo que había, que no era mucho salvo las ilusiones de una aventura.
El campo siempre ofrecía según qué tiempo algo que no daba
en otras fechas. De los dos primos, el mayor era el líder. El otro, por edad y
porque su primo mayor sabía más que él de muchas cosas, siempre lo seguía.
Aquel día idearon poner una red para pillar pajarillos.
Buscaron la red que estaba en el trastero, que en casa de su abuela, se llamaba
‘San Sebastián’, por lo fresco que
era en verano. En el trastero todo estaba revuelto aunque las cosas estaban en
su sitio: varias orzas con tocino salado, el lebrillo de la matanza, un pilón
de aceite, trojes donde vaciaban el trigo cuando, en costales de lona, lo
traían de la era…
Había un par de bieldos, rastrillos, cuatro cribas, una pala
de aventar y varias escobas de ramas. En el techo había una trampilla que
siempre estaba cerrada y por donde se subía al palomar. Los frontiles de la
vacas con los espejitos sucios por el polvo colgaban en la pared y dos
cencerros gordos que se los ponían a las bestias, de noche, en las rastrojeras
de verano.
Los muchachos lograron desenmarañar la red. La montaron; no
tenía troneras por donde pudiesen escapar los pájaros…Todo estaba a propósito
desde de la última vez que se había usado. Bajaron a la cañada y buscaron un
‘aguaero’.
Hacia ‘arriba’ la
cañada se estrechaba, había muchas adelfas y además pasaba la gente con
bestias; el cauce se encajonada, apenas tenía un tramo recto, y el primo mayor
que sabía más de esas cosa dijo que aquel sitio no era el propicio.
Encontraron que por otra cañada menor que confluía bajaba un
hilo de agua. Encinas, por la margen derecha; retamas y olivos viejos, por la
izquierda. El sitio apropiado. Con troncos secos y leña hicieron el cobertizo
para el camuflaje…
Se levantaron de madrugada. Los muchachos sintieron el frío
de la madrugada. Cuando clareaba se arrancó el campo. Era una sinfonía de pájaros
cantando. Clareaba el día; luego todo era luz; comenzó la calor. No entró ni un
solo pájaro a beber. Desilusionados, media mañana, contaban la experiencia…
Descripción fotografica, preciosa, evocadora. Gracias
ResponderEliminarLa vida, a veces, ofrece cosas así... Un abrazo
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