lunes, 17 de noviembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Genio

                                              
Fernandito era un niño patilargo y flacucho. Dos orejas desproporcionadamente grandes como soplillos; las rodillas, huesudas,  y las pocas carnes de las piernas hacían de Fernandito un tipo desgarbado y seco.

Fernandito tenía una madre protectora que todos los días – salvo los días de lluvia en que el niño no iba a clase porque podría constiparse – acudía con una queja sobre qué le habían dicho, hecho, mirado o vaya usted a saber a su hijo cuando, a la cinco, como pajarillos escapados de la jaula los chiquillos enfilaban las calles del pueblo en estampida. Fernandito no tenía ninguna culpa de tener una madre así.

Fernandito como escolar era un desastre. Casi nunca llevaba hecho los deberes. Mosca que pasaba volando – y en aquel tiempo había muchas – eran socias y compañeras de fatigas de Fernandito. Le interesaban los ruidos de la calle, quién se las andaba por el pasillo… Todo menos atender.
-          A ver cuándo te cansas de mirar hacia atrás, y alguna vez miras a la pizarra, Fernandito, le decía el maestro.

El profesor de Matemáticas, don Miguel Ruiz, el mejor profesor de la materia que yo he conocido, aguantaba, además, estoicamente, todas las mañanas las cantaletas de la dichosa madre. Fernandito tenía un coeficiente intelectual más cercano a la media que otra cosa. El hombre, paciente, procuraba ‘endulzarle’ a la madre la píldora.

-          Porque, sabe usted, que Fernandito es muy distraído…

-          ¡Si lo sabré yo, don Miguel! Lo mando a la tienda y cuando no me pierde el dinero,  se le olvida a lo que ha ido.

El profesor orientaba, reconducía… Porque Fernandito tenía varios problemas, pero de entre todos, dos: él mismo y su madre. La paciencia de don Miguel estalló una mañana. El Ministerio había hecho pública la relación de becas del P.I.O (Patronato de Igualdad de Oportunidades): doscientas pesetas. Fernandito no estaba en la relación…Llegó la protesta.

-          Porque ¿sabe usted, don Miguel? mi Fernandito es un genio, coge un reloj y, en un momento “lo esfarata”…

-          Y, ¿luego?, preguntó don Miguel

-          ¿Luego? Po, pa eso están los técnicos….


-          Por ahí, por ahí tendríamos que haber empezado…

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