sábado, 8 de noviembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Diego

                                               

Hacía un rato que doblaban las campanas. Terminó la Eucaristía. El celebrante  lo anunció a los fieles: “Mi tío Diego pidió que con su cuerpo presente, un coro cantase: Ha llegado tierna Madre…” Subió hasta el altar el coro de siempre. Era la oración de  tarde en Viernes de Dolores. El calendario decía que no, que no era primavera y sí un jueves en un atardecer de otoño. Las campanas tocaban a...

Unas voces rezaron en voz alta: “Ha llegado tierna Madre / el día del Sacrificio / ya tu amado va al suplicio, llevando en hombros la Cruz…” Es el canto de la procesión claustral cuando Dolores – Dolores Coronada- va de su altar al trono procesional.

Media templo lloraba, en silencio; el otro medio tragaba saliva. Dice el maestro Alcántara que hay que gente que se muere y gente que se nos muere. Ese era el caso. Se nos iba alguien; se nos iba un “loco” por el amor a su Virgen de los Dolores.

A Diego Trujillo se le ha cortado el hilo de la existencia. Lucha denodada, a brazo partido,  entre uvis, operaciones, camas de hospital y un corazón que aguantó tantas emociones y que no ha podido con ésta. Le dijo a todo el mundo que hasta allí se había llegado…

Por la mañana coincidimos juntos, convocados por ti, Diego,  los niños de la calle de entonces. A capítulo ya faltaron cuatro; ahora, uno más. Y, suma y sigue. Dice la copla que “tu calle ya no es tu calle…” Tu calle va a seguir ahí, como está desde no sabemos cuándo, probablemente desde principios del XVI cuando el pueblo decidió hacerse grande…


Tu calle ahora es otra. Tu calle está empedrada de estrellas y no tiene cuestas ni te ahogará cuando tengas que recorrerla. Ahora sí, ahora, Diego, sí que vives en una calle de  privilegio. Y ya nos viste… Llorábamos por dentro porque – y tú lo sabes- es que se te quiere mucho, puñetero.

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