sábado, 1 de noviembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cafés

                                                           
Hay demasiada tensión. La gente está crispada; salta a la primera. Casi es ya coloquial, “y, tú más”… Una amiga mía que guarda la brisa de Sanlúcar para dosificarla en los meses de invierno, intercambia por facebook un mensaje con otra amiga suya, de ella, claro.

 Acuerdan  que cómo tienen tantas cosas de qué hablar, tomarán un café que durará tres días… Me temo que se les puede enfriar. Me vienen a la mente otros “cafés”.

Llega al bar con las primeras luces del alba. Vamos, que casi no habían terminado de poner las calles. El hombre tenía – y tiene – poca hacienda. Más o menos de los que hacen bueno; “trabajo hay poco, pero menos necesito, yo”

-          Ponme un café fíao

-          ¿No te parece muy temprano para empezar apuntando?

-          Po, apúntalo luego.

El mismo que tal baila llegó a otro bar del pueblo. Éste va como el Viacrucis: de estación en estación. Casi repite la conversación. El dueño hasta el gorro de los sablazos. Diálogo con el mostrador por medio.

-          Un cafelito fíao

-          Tienes aquí uno de ayer….

-          Po, velo cambiando que ya estará frío.

Llega otra mañana al bar de El Potro. Hay un vaho de humo de tabaco. Allí confluyen todos los ‘madrugadores’. Se habla de lo divino y de lo humano. Se intenta un arreglo del mundo; imposible, faena. Volverán, otra vez,  mañana. Al entrar, da los buenos días; le responde, a coro, voces roncas y aguardentosas.

-          A éste – antes que habrá el pico, tercia uno de los asiduos  –  se lo pones de cebá, porque como no paga.

-          No, no, entre dientes, dice el dueño, éste se viene solo.


España vive unos días revueltos. Muchos problemas con poca vara que los meta por cintura; excesivo pesimismo en un ambiente viciado; sobra negatividad. Si con estas tres cosillas de hoy he logrado que esbocen una sonrisa…

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