David. Miguel Ángel Buonarroti.
23 de febrero, jueves. Nació
en Caprese, en la provincia de Arezzo, en el corazón de la Toscana, entre
montañas onduladas. Su arte subió mas alto que los pimpollos de los cipreses
que orlan los caminos de su tierra. En vida tuvo dos biografías escritas por
Vasari y por Ascanio Condivi y era considerado como el más grande. Sus paisanos
florentinos manifestaban sus deseos de su vuelta a la ciudad para verlo “de
cerca o de lejos”.
Michelangelo Buonarroti (1475-1564)
tuvo una infancia triste. Su madre murió cuando él tenía seis años. Lo amamantó
una nodriza, mujer de un picapedrero, de quien decía que había ‘heredado el
amor por la escultura’. Vivió a caballo entre Florencia y Roma a la sombra de
los Médicis – Lorenzo, “el Magnífico” - y los papas, principalmente, Julio II.
Su vida fue muy longeva, murió con 89 años edad muy alta para aquellos tiempos.
Dicen de él que era poco
sociable. Huraño, introvertido, con pocos amigos y de relaciones difíciles.
Tuvo un altercado, de joven, con un condiscípulo que de un puñetazo le rompió
la nariz. En su obra buscaba la belleza de todo lo joven, principalmente, lo
masculino. Su homosexualidad aparece en toda su obra.
Está considerado como el
artista más perfeccionista de la historia. Como anécdota se cuenta que, al
concluir el Moisés, - trabajó alternativamente en otras obras y tardó 40 años
en terminarlo - al ver la perfección conseguida, con un martillo golpeó en la
rodilla y le dijo: “Habla”. Un biógrafo suyo afirmó que Moisés no habló porque
el habla solo la da Dios y Miguel Ángel no era Dios. Claro que, a lo mejor,
podría agregarse, sin caer en lo sacrílego, que era ‘casi Dios”.
Escultor, arquitecto, pintor y
poeta. Destacó en todas las facetas del arte. Como escultor no se han superado
en calidad obras suyas como el David, la Piedad o el Moisés; como arquitecto su
obra cumbre es la cúpula de San Pedro, en el Vaticano, rectificando los planos
de Bramante. Es la cúpula mayor construida hasta entonces; como pintor dejó la Bóveda
de la Capilla Sixtina, encargada por Julio II a quien por discrepancias dicen
que lo pintó… ¡en el infierno!
A su muerte – el 18 de febrero
de 1564 - lo enterraron en la capilla de la Santa Croce, de Florencia, donde
también reposan los cuerpos de Maquiavelo, Dante, Galileo…
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