Sierra de Abdalajís.
28 de febrero, martes. La
naturaleza te pasmará con tanta belleza. Deja para otra ocasión adentrarte por
el Desfiladero de los Gaitanes. Eso, es otra cosa. Cruzar todo el Caminito es
una experiencia que vas recordar siempre. Hoy, si te parece, nos vamos hacia a
las alturas. Vamos a coronar la cumbre. Más de mil metros. Con creces. El paisaje, ni te cuento. Se puede subir por
la cara norte, desde allí, si el día está claro la mirada te lleva a Sierra
Morena.
Si subes, por Las Angosturas a
la cumbre del Huma (por aquí decimos, ‘la Juma’)… La ascensión a pie es
lenta, larga y de cielos abiertos. De vez en cuando quédate quieto. Por dos
razones: para recobrar el resuello y para admirar todo lo que te rodea. Mira el
volar de los pájaros de acero (te sorprenderás de cuántos en tan poco tiempo)
que enfilan – no más de seis minutos para estar rodando en pista en el
aeropuerto a orillas del mar…- o los
otros pájaros silenciosos, con que los ávidos de sensaciones nuevas describen
circunferencias concéntricas (como si todas las circunferencias no fuesen
concéntricas…) Han cambiado las plumas por alas de nylon . Hacen parapente,
alta delta o vete a saber qué, dejándose arrastrar por las corrientes térmicas.
En las Angosturas pregunta, si
tienes ocasión, por qué hay tantos que se llaman Lorenzo. Te hablarán del
patrón de El Valle (con solo trasponer por la Fresneda comprenderás parte de tu
duda), que te expliquen lo de Puerto de Flandes, por qué lo del Peñón de Negro
y por qué en La Parda tenían, cuando vendían los pastos del verano, la llave de
la sierra.
Cuando hayas llegado, si no
subiste temprano y lo hiciste a pie desde Las Angosturas no tendrás mucho tiempo
para patear por las cumbres… Tienes que regresar antes que te pille la noche.
Es probable que cuando bajes, ya haya llegado, por mor de las sombras de las
sierras cercanas y por lo encajonado, a las orillas del río. Ah, no te lo había
dicho, antes, es Guadalhorce. ¿Sabes aquello de Álora, la bien cercada / tu
que estás en par del río…? Ese es.
Si quieres, en El Chorro puedes
y tienes donde quedarte. El regreso en tren o con el coche. En ambos casos
vienes orillando el río que como tú – y como todos – va camino de la mar. Ya
sabes de lo Jorge Manrique…
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