Ulula el viento. Se cuela por
la chimenea. Baja impetuoso, impertinente, revuelto. De vez en cuando sopla con
tanta fuerza que se oye un rumor sordo a la vez lejano y próximo. Ese viento viene desde la sierra por la calle
abierta de la cañada. Es un viento enfurecido, es un viento que no tiene amigos
y arrasa lo que encuentra a su paso.
Se han escondido los pájaros. ¿Dónde
se meterán los pájaros en una tarde como esta? No hay gorriones en el camino ni
están los mirlos por la huerta. Las
palomas turcas, esas invasoras que se han hecho vecinas desde hace unos años no
regalan esta tarde el arrullo cansino y monocorde de cada día. Esas palomas anidan en los cipreses de la alberca,
en las alturas a donde no llegan los gatos, pero sí llega el viento que mueve los
pimpollos.
Tampoco se las andan por aquí
los gatos. Deben haber encontrado cobijo en el calor de la cuadra entre la paja
caliente, o en alguno de esos rincones que solo ellos conocen y que ahora deben
estar gozando como algo propio.
Las ramas de los olivos se
bambolean alocadas. Están sorprendidas por ese viento inusual que se presentó muy
de mañana y que, poco a poco, se ha asentado en algo que ha hecho suyo. El hombre
del tiempo anunció que vendrían fuertes ráfagas y que era prudente no salir a
la calle ni estar cerca de las cornisas. Son un peligro las tejas sueltas…
El mar, según el telediario,
por las costas del sur del Sur ha dicho que toda la orilla es suya. Tiemblan las
techumbres ligeras de los chiringuitos colocados cerca del rebalaje. Muy cerca,
demasiado cerca. Todos los años ocurre algo parecido porque quizá no han aprendido
que se han metido en un terrero donde manda otro.
Felipe Aranda ha conseguido
hacer actual una marina de Turner. La orilla hoy no es un desliz de espumas y nácar.
Vienen olas embravecidas. En ellas manda el viento. ¿Será el mismo viento que ahora hace
repiquetear los cristales de mi ventana? ¿Será ese viento que tiene el cielo
entoldado en esta tarde y que aconseja no asomarse ni a la puerta de la calle?
Dicen que el viento ha arrancado
árboles de cuajo. En la lejanía, a no sé qué, ladran los perros. No debe ser al
viento, no. Será quizá a otros perros…
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