Miguel de Mañara. Preludio de don Juan Tenorio.
27 de febrero, lunes. Don
Miguel de Mañara nació en la ciudad más importante de España del siglo XVII,
Sevilla. Era la ciudad más rica, colorista y monumental a donde llegaban los
tesoros de América y que por capricho de un rey no era la capital del Reino.
Era, también, el lugar con más pobres, hambre y miseria de su tiempo. No
faltaban en sus calles harapientos y pillos, truhanes y aventureros. España ya
estaba en decadencia, pero allí las artes florecieron de manera excepcional:
Roldán, Juan de Mesa, Martínez Montañés, Murillo, Valdés Leal…
Don Miguel de Mañara nació en
el seno de una familia acomodada y con gran influencia en su sociedad. Su
familia muy numerosa sufrió los vaivenes de la vida. Tuvo una infancia con
excelente educación. A los diez años forma parte de la Orden de Calatrava. Con
trece es el heredero de la fortuna familiar. Su juventud, irresoluta y mujeriega.
Según algunos, preludio de don Juan Tenorio. Con treinta, ya viudo de doña
Jerónima Carrillo sufre una gran crisis que le lleva a cambiar de vida.
Un día ve un entierro por la
calle y pregunta quién es el muerto. Le dicen que no lo conocen; según otros
biógrafos, en sueños tiene la noticia que es el suyo. Se conmociona de tal
manera que intenta, después de un período de reflexión, entrar en religión. No
lo reciben en ningún sitio.
Mañara ve lo efímero de la vida
terrenal y tras un tiempo de asceta decide dejar el devaneo y quiere entrar en
contacto con otra vida más trascendente.
Descubre la labor callada de la Santa Hermandad y cómo reparten la
caridad entre los más necesitados.
La sociedad sevillana
conocedora de su poder y de su vida de don Juan desconfía de él. Lo acoge
la Santa Hermandad donde él mismo confiesa que va a ser “el más pobre de los
pobres”. Por documentos se sabe que, poco a poco, vende su fortuna y la entrega
a los necesitados. Refunda la institución de Caridad. Crea el hospicio y un
hospital (no llegó a ver terminado el tercero, cuando muere en 1678 con
cuarenta y ocho años)
Está enterrado en la iglesia de
San Jorge, en el Hospital de la Santa Caridad de Sevilla. Desde hace unos años
la iglesia retomó la causa de llevarlo a los altares, aunque el pueblo sevillano
tras su muerte ya lo considero como un hombre que había alcanzado la santidad
en vida.
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