Málaga. Catedral desde Larios.
3 de febrero, viernes. Maestro,
Málaga esta como siempre. No huele a brea y viene la brisa del puerto. Las
calles llenas de gentes: iban y venían. Gentes de aquí y de otros sitios.
Maestro, Málaga está que ni te cuento. Han dejado el centro para quienes gustan
de pasear. Han echado los coches hacia otros sitios y, poco a poco, estamos
recuperando las calles que fueron nuestras.
Ya no está La Cosmopolita.
He pasado por su puerta. Te he recordado. Tú, quizá ya ni te acuerdas. Nos
habíamos citado. Nosotros – Paco, Diego y Fernando – habíamos llegado un poco
antes. Subimos por Larios y nos volvimos casi a la altura del Hotel, que
entonces no estaba y sí la zapatería, Parriego.
Al regresar tú ya nos esperabas.
Después de los abrazos…
-
Fernando, ¿cómo vas? Me han dicho que estás
malillo…
-
Nada. Maestro, lo mío ha sido “tarjeta
amarilla”.
Hablamos. Mejor, hablabas tú y
nosotros escuchábamos. Como tantas veces, a tu vera, volaba el tiempo. Hicimos
el Viacrucis de costumbre. Era tarde cuando buscamos refugio en “La Tasca” que
ya tampoco está…
De madrugada, porque cuando la
noche llega a cierta altura, a eso se le llama madrugada, entró un hombre
mayor. Llevaba colgado de su cuello un pequeño cajón. Vendía tabaco… Tú levantaste
un poco la cabeza y viste que no llevaba el de tu marca. Ojeaste la mercancía.
Entonces, con ese saber con el que solo mirabas tú, y casi sin que se te oyera,
en voz muy baja, le preguntaste al camarero…
-
¿Cómo se llama?
-
Rafael…
-
Don Rafael, dijiste, con voz perfectamente
audible, deme dos paquetes de ‘Fortuna’, y te dirigiste al camarero. “Miguel,
invite usted a don Rafael…, por favor’
Esta tarde de brisa que viene
del mar he andado por las mismas calles. Volaban por el cielo azul las
gaviotas. En un momento sonó el reloj de
la catedral. Dio seis campanadas. Daban
las campanadas de las seis. Me he acordado de ti y de tus versos: “Málaga sigue
siendo en los carteles / ‘la ciudad ideal para el invierno’/ las palmeras del
parque están lo mismo, /y las tardes se mueren poco a poco / exactamente igual
que cuando tú”.
Sé que sigue oliendo a sombra
de plátanos orientales el paseo de los Curas, y que ahora, ya es otro el
puerto, y sé que he andado contigo esta tarde de febrero, mano a mano, con los
recuerdos…
muy bonito
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