jueves, 2 de febrero de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de Febrero

 

                           

                 

                    Málaga. Catedral desde Larios.

 

3 de febrero, viernes. Maestro, Málaga esta como siempre. No huele a brea y viene la brisa del puerto. Las calles llenas de gentes: iban y venían. Gentes de aquí y de otros sitios. Maestro, Málaga está que ni te cuento. Han dejado el centro para quienes gustan de pasear. Han echado los coches hacia otros sitios y, poco a poco, estamos recuperando las calles que fueron nuestras.

Ya no está La Cosmopolita. He pasado por su puerta. Te he recordado. Tú, quizá ya ni te acuerdas. Nos habíamos citado. Nosotros – Paco, Diego y Fernando – habíamos llegado un poco antes. Subimos por Larios y nos volvimos casi a la altura del Hotel, que entonces no estaba y sí la zapatería, Parriego.

Al regresar tú ya nos esperabas. Después de los abrazos…

-         Fernando, ¿cómo vas? Me han dicho que estás malillo…

-         Nada. Maestro, lo mío ha sido “tarjeta amarilla”.

Hablamos. Mejor, hablabas tú y nosotros escuchábamos. Como tantas veces, a tu vera, volaba el tiempo. Hicimos el Viacrucis de costumbre. Era tarde cuando buscamos refugio en “La Tasca” que ya tampoco está…

De madrugada, porque cuando la noche llega a cierta altura, a eso se le llama madrugada, entró un hombre mayor. Llevaba colgado de su cuello un pequeño cajón. Vendía tabaco… Tú levantaste un poco la cabeza y viste que no llevaba el de tu marca. Ojeaste la mercancía. Entonces, con ese saber con el que solo mirabas tú, y casi sin que se te oyera, en voz muy baja, le preguntaste al camarero…

-         ¿Cómo se llama?

-         Rafael…

-         Don Rafael, dijiste, con voz perfectamente audible, deme dos paquetes de ‘Fortuna’, y te dirigiste al camarero. “Miguel, invite usted a don Rafael…, por favor’

Esta tarde de brisa que viene del mar he andado por las mismas calles. Volaban por el cielo azul las gaviotas.  En un momento sonó el reloj de la catedral.  Dio seis campanadas. Daban las campanadas de las seis. Me he acordado de ti y de tus versos: “Málaga sigue siendo en los carteles / ‘la ciudad ideal para el invierno’/ las palmeras del parque están lo mismo, /y las tardes se mueren poco a poco / exactamente igual que cuando tú”.

Sé que sigue oliendo a sombra de plátanos orientales el paseo de los Curas, y que ahora, ya es otro el puerto, y sé que he andado contigo esta tarde de febrero, mano a mano, con los recuerdos…

 

 

 

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