Para ti...
viernes, 31 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Barquero
El coro infantil cantaba en la
rueda de la ilusión al caer la tarde: “Al pasar la barca, / me dijo el
barquero / las niñas bonitas / no pagan dinero…” y seguía la rueda y el
coro de gargantas limpias, lo lanzaba a los aires… “Yo no soy bonita…”
¿O sí?, ¿mira que si la niña era bonita, muy bonita, y ella no lo sabía?
Las niñas se hicieron mozas y ya no cantaban en los coros infantiles. Se
iban a los bailes de la feria del pueblo con zapatos y vestido nuevo – amarillo
con flores verdes a modo de ramos grandes -
y sabían de la barca de los sueños, bajo un mar plagado de estrellas
distantes, que palpitaban en la lejanía… Ah, por cierto, en la caseta que
organizaba el cura y su grupo se bailaba Winchester Cathedral (no tenía
nada que ver con el organizador) que era la canción de moda en aquel verano.
Había otras barcas. La “Voz de Álora”, emisora de la Cadena de Ondas
Populares Españolas, en la sesión de ‘Discos dedicados”, Lucas López, anunciaba
– Pedro Trigueros, pinchaba el disco – “Para María, de su Antonio… con todo su
amor, esperando ir muy pronto a verla, Marisol Reyes canta Barquerito de
Lora, sabiendo lo mucho que le gusta, en recuerdo de lo que ella sabe…”
Marisol Reyes con voz aguda, después de una introducción musical, se arrancaba
con aquello que el maestro Román le había compuesto: Y decía que el verde
Guadalquivir pasa por Lora, Lora del Río – que no se confunda nadie – y decía
que había allí un barquerito y todas esas cosas.
Hay un barquero más prosaico, Luis
Gómez Alcaudete. Fue barquero en el Guadalhorce, en los Callejones de la Barca,
siglo XVIII. Sabemos de él por un documento existente en el
Archivo Histórico Municipal de Álora, de fecha 8 de octubre de 1715 en el que
se da cuenta que Juan García Gordillo pleitea a favor de los huérfanos de
Francisco Domínguez, propietario de la barca del río Guadalhorce y al que debe
450 rs. de los 900 en los que la tenía arrendada.
Ya ven. Barcas,
ríos, y sueños en el recuerdo. Y las campanas de la catedral, culpables de la marcha
de la chica de la ciudad, según la canción de moda en aquel verano, por no
haber tocado a tiempo. ¡Qué cosas pasan!
jueves, 30 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tallista, y de los buenos
Francisco Casermeiro
Fernández, - Paco, “el Cantúo” mote heredado de su padre-, era tallista
y de los buenos. Aprendiz en el taller de Antonio Salas, en el lugar donde hoy
está el Hotel don Pero. Afable, de trato agradable y conversación amena. Autodidacta,
culto y gran entendido en el cante flamenco. Fue presidente de la Peña Flamenca
de Alora. Siempre tenía la palabra oportuna, la chispa irónica: “en mi casa,
decía, en los años del hambre comíamos a la carta. Quien la sacaba más alta,
comía; los demás miraban”.
Tuvo su último taller en
calle Atrás, conforme se baja hacia la Plaza Baja de la Despedía, a la derecha.
Trabajó en un local relativamente pequeño para la producción que tenía. Siempre
que se pasaba por la calle Paco andaba con el manejo oportuno y precio de gubias,
buriles, formones… con los que sabía
sacarle a la madera las entrañas de su esencia para convertirla en obra de
arte.
Su gusto al trabajar la
madera era proverbial. El exceso de trabajo hacía que las entregas se demorasen
en el tiempo hasta el punto de acumular retraso de años pero la espera siempre
merecía la pena y sorprendía al cliente
satisfecho con la obra que le entregaba.
Muy minucioso en su trabajo, lo
que le hacía acumular aún más retraso. Piezas excepcionales del ajuar doméstico
eran el adorno de muchas casas: arcas primorosas, repisas, cornucopias, mesas
con un labrado exquisito.
Paco, también emprendió obras
de más envergadura. La primera de ellas, fue un trono para Jesús Orando en el
Huerto, en 1956. Era hermano de esta cofradía de artesanos y durante muchos
años fue una joya de las que se procesionaban en la Semana Santa de Alora.
Cuando realizó la obra, en los años cincuenta del siglo pasado, no se tenían en
consideración algunos aspectos por que resultó un trono excesivamente pesado
que hizo a la Junta de Gobierno de la Cofradía buscar uno más ‘aliviado’.
Realizó un trono para la
patrona de Calaña y en colaboración con Francisco Ruiz Martínez unas andas para
la Virgen de Flores. Paco, nunca superó la temprana muerte de su hija Mercedes,
la tragedia de su vida. Su obra última,
cuando estaba en un momento esplendido de madurez, que no llegó a terminar -murió
en agosto de 1993- fue el trono de la Piedad.
miércoles, 29 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Álora, en la pluma de Juan Calderón
Juan
Calderón Rengel, don Juan, para los muchachos que nos acercábamos a beber en la
fuente de su sabiduría. Hombre amable, siempre atento a escuchar a los que más
de una vez y de dos acudíamos para pedirle un dato, consultarle un texto,
departir con él, salvando naturalmente, las distancias que nos separaban.
Nació en Álora en 1915 y falleció en 1989. Fue un escritor costumbrista
que publicó “Álora, sus gentes y sus cosas”, en tres volúmenes, y donde
dio a conocer las peculiaridades e idiosincrasias de los perotes, escudriñando
en su manera de responder a todos las cuestiones que presentaba la vida.
Tomás Salas dijo de él: “La gracia de esta
escritura, su sensibilidad, su humor y su humanismo la hacen un ejemplo de
costumbrismo, que sabe ser popular sin caer nunca en el chiste fácil o el
detalle chabacano. Hoy podemos leer estos textos como la elegía de un tiempo
que se nos ha ido, y de un mundo que, inexorablemente desaparece”.
Ejerció
como docente durante muchos años en la vetusta escuela de la Plaza Baja, que
aún no se llamaba de “la Despedía”. Su aula estaba en el rincón del patio junto
a la escalera que permitía el acceso al piso superior.
Licenciado
en derecho, tuvo bufete abierto hasta su muerte. Experto flamencólogo, fue uno
de los fundadores de la Peña Flamenca de Álora a la que dio el lema: “No hay
lenguaje como el cante”. Como conferenciante, fue un hombre de verbo fácil y
asequible a todos los públicos, lo que daba una especial brillantez a sus
disertaciones. Su pueblo, por acuerdo de la Corporación Municipal, le dedicó
una calle en el sector del Nuevo Acceso, paralela con la calle Cantarranas.
Nos vio así:
“La
Perosia son sus gentes, sus gustos y aficiones, su gracia y su sal, su sol y su
cielo, su clima, su azahar, sus naranjos y limoneros, su historia y su leyenda,
su cante y su baile… En fin, su ‘qué’ y su ‘porqué’. Álora es un pueblo viejo y
siempre remozado, cargado de desidias y lleno de impulsos generosos, indolente,
sentimental, inconstante, apasionado, desprendido, despreocupado. Los defectos
y virtudes anidan aquí sin reojos ni incompatibilidades, con complacientes
concesiones mutuas, en una maravillosa y rara armonía”.
martes, 28 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tierras de Cádiz
Algar
es tierra entre los embalses de los Hurones y de Guadalcobacín que da agua a la
bahía de Cádiz. Sobre su cielo, águilas y rapaces a cualquier hora de la tarde,
en sus campos ganado bravo…Soledad y silencio. Debe su origen a Domingo López
de Carvajal que en un viaje a México, estuvo a punto de morir en un naufragio.
Se encomendó a la Virgen de Guadalupe y
salvó el pellejo. En agradecimiento, de regreso, compró las tierras y las
repartió entre pobres de solemnidad traídos de Bornos, Ubrique, Benaocaz y
Villaluenga, y fundó el pueblo. Como lo leí te lo cuento.
En
Paterna de la Ribera es tierra límite de
dos ducados potentísimos de la Edad Media. A saber, los de Medina-Sidonia y
Alcalá de los Gazules. O lo que es lo mismo, el poderío de la nobleza andaluza.
Perteneció al duque de Alcalá y debe su apellido a la casa de los Per Afán de
Ribera, adelantados de Andalucía. Dicen que allí nació la ‘Petenera’: “Al
pie de un árbol sin fruto / me puse a considerar / que pocos amigos tiene /
quien no tiene pa dar”
Medina-Sidonia
se asoma a la Janda. Es tierra llana, con agua, y compendio de historia. Desde
muy antiguo fue poblada fenicios, romanos, árabes y órdenes militares como la de Santiago o la de
Santa María de España… Recibidora de favores reales - Alfonso X, Juan II o
Enrique IV - y cuna de una de las casas ducales con más poder y capacidad de
influencia de la nobleza andaluza.
De
Mediana-Sidonia, la carne de retinto y el alfajor ‘alajú’, ¡ah! y otra
cosa, “tiene obispo y no tiene gobernador civil”, lo que dice que es la
excelencia para vivir en una ciudad, aunque el obispo no vive allí…
Vejer,
- Vejer de la Frontera - es pueblo encantado. Y con mucho viento que sopla y
deja las calles desiertas, y guardadora de costumbres que sobreviven al paso
del tiempo, y si no ¿cómo se explica lo de ‘las cobijadas?’ Es pueblo de
cal, de mucha cal, que se apropia de la sal de las brisas marinas que suben
desde el cercano Atlántico.
El
río Celemín, tierras arriba, donde remansa sus aguas búscate la Cueva del Tajo
de las Figuras, bordea el pantano de Barbate y acércate a donde Alcalá de los
Gazules…
lunes, 27 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Has echado alforjas para el camino? Del Alto Campoo a San Vicente
¿Recuerdas? A primeras horas de
la mañana, Fontibre era un remanso de frescura. Por entre los fresnos y alisos
se filtraban los rayos del sol que apuntaba a subir sobre el horizonte. La
imagen, la réplica, claro, de la Virgen del Pilar emergía en el mismo
nacimiento del Ebro.
Después subimos hasta el Alto
Campoo. Todos eran prados verdes y en las colinas onduladas alternaban la
vegetación natural atlántica con una alfombra que parecía sacada de los sueños
de las “Mil y una noches”. Pastaban las vacas, había una sinfonía de cencerros
que llenaban la mañana.
En el puerto de Palombera estaba
la pareja de la Guardia Civil. Me paré. Los saludé. Hablé con ellos. Los
hombres, todo cortesía dijeron que era
mejor buscar Torrelavega por la autovía
pero que era más pintoresca por la N-611. Y yo le dije que no, que
quería ir a San Vicente de la Barquera, bajando el puerto que me lleva al Valle
de Cabuérniga…
El guardia que me atendió era una
hombre joven, muy atento y con formación. Le dije que bajando este puerto está
el lugar, un punto indefinido, donde José María de Pereda fija el encuentro con
el oso, en Peñas Arriba, cuando ‘Chisco’ ve que a los caballos se le ponen
tiesas la orejas. Marcelo iba a Tablanca al encuentro de su tío Celso…
El guardia pareció, por la
expresión de su cara, que descubría una catarata de recuerdos y, entonces fue y
me dijo: el profesor de Literatura, cuando yo estaba en el Instituto nos
recomendó leer esa novela y fíjese usted lo que es la vida, aquí de servició y
viene usted y me la recuerda…
La carretera tortuosa, estrecha y
con buen asfalto. Entonces, probablemente ahora puede que siga igual, tenía
muchas curvas. Casi en el valle, el río parte en dos Saja. Había hortensias azules
y rosáceas en los bordes de las puertas y geranios en los arriates de los
balcones. Un poco más abajo, al Saja se le unen las aguas del río Argonza. La
naturaleza es todo exuberancia….
En Cabezón de la Sal giramos
hacia San Vicente… Estaba la marea baja, las algas daban a las rocas un color
diferente. El mar, alejado, como si no quisiera saber nada con nosotros… En Augusto
- ¿recuerdas?, ‘arroz con bogavante para dos’, repusimos fuerzas… me gustaría
repetirlo contigo.
domingo, 26 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Sierra de Cazorla
Nos vamos ahora como para la Sierra, la de Cazorla.
Aquella que, cuando niños cantábamos en pupitres bipersonales, con tinteros de
porcelana y el maestro - mi maestro don José Oropesa - señalaba con el puntero
sobre un mapa de hule con los ángulos descascarillados: “el río Guadalquivir
nace entre las Sierras de Pozo y Cazorla, provincia de Jaén, pasa por
Montoro, Córdoba y Sevilla y desemboca en el Océano Atlántico por Sanlúcar de
Barrameda, en la provincia de Cádiz”.
Hablar de la “Sierra de Cazorla” para un
foráneo, es entender de todo el macizo. Para un lugareño, no. Y te dirán que ‘Cazorla’
solamente son los montes que la rodean: desde El Chorro al puerto de las
Palomas, y que pasan por el propio pueblo, la Iruela y Burunchel. Quien se
lleva la palma, te dicen sin remilgos, es la Sierra de Segura, como la más
importante de todo el entramado. Bueno…
Como en todos sitios no deja de ser rivalidad
entre vecinos, y entre gente que comparten brisas y sofocos, solanos o cierzos,
noches estrelladas y ventiscas, (desde uno u otro lado de estas montañas, que
todo es del color del cristal con
que se mira) pero, como aquí, de lo que se trata es de ver y admirar...
Si buscas la manera de entrada, te digo, que
tienes - tú y la sierra - cuatro: desde Pontones, si llegaste por La
Sagra; por El Chorro, después de superar el puerto de Tíscar y Quesada – del
Santuario y de Zabaleta y de cómo se baja hasta el nacimiento durante una
nevada en diciembre, hablamos otro día - ; por Cazorla y el puerto de Las
Palomas, por donde lo hace más gente; por la Puerta de Segura..., y desde
luego, también hay otras. Es cuestión de husmear en los mapas.
Por simple curiosidad te digo que desde hace más
de cincuenta años he husmeado por aquellos parajes. Mis hijas estuvieron más de
veinte, sin fallar ninguno, pasando una quincena de camping en plena
naturaleza. Vimos cómo creció el del Puente de la Herrería, cómo se transformó
Vadillo-Catril y la Torre del Vinagre y cómo, poco a poco, se fue poblando con
la presencia humana el cauce del río, hasta llegar al pantano del Tranco….
sábado, 25 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Perdido
Sintió algo por dentro desconocido.
Nunca se había enfrentado a una situación como la que estaba viviendo. Las
palabras resonaron con una fuerza diferente y parecía que venían - ¿o es que
realmente sí venían? - como de otro
mundo, y se grabaron sobre su alma como graban a fuego en la piel de la res,
durante el herraje en el campo, una fecha:
-
“Por favor, no vuelvas a dirigirme la palabra
nunca más”.
Salió sin decir nada. Estaba
desconcertado, perdido. Bajó las escaleras despacio, esas escaleras que se
bajan sabiendo que nunca se volverán a subir, porque no hay marcha atrás. Se
sentía arrojado del paraíso cuando a él, otras veces…
Por las ventanas de los rellanos,
entre los pisos, entraba una luz tibia, porque el sol se ocultaba detrás de los
edificios y las sombras se alargaban en las aceras y llegaban hasta la calzada.
Todos los escalones les parecían obstáculos que le dificultaban aún más escapar
de todo aquello.
Alcanzó el portal. El portero, en
su garita, leía o miraba no sé sabía qué con las gafas a media nariz, sin
percatarse de la realidad que tenía al otro lado de la cristalera. Tres
escalones de mármol frío lo acercaban a la calle…
La Gran Vía era un hervidero. A
todas horas del día, aquella arteria era un murmullo constante de gente que iba
y venía. En una ocasión, había leído que a Madrid acudía todos los días una
población flotante cercana al millón de personas. Le había parecido una
exageración, pero cuando de pronto se topó con aquella multitud, le pareció que
todo lo que había leído era verdad.
Deambuló por las calles. Pasó por
delante del Instituto Cervantes, giró en la calle Marqués de Valdeiglesias,
torció por la de las Infantas y luego por la calle de la Libertad, Augusto de
Figueroa y Hortaleza…
Andaba sin rumbo. No leía los
rótulos en las fachadas y se cruzaba con la gente. Entró en un cabina de
teléfonos en la esquina de la calle del Príncipe con la Plaza de Canalejas y
marcó… Esperó un momento:
-
¿Esto es un adiós definitivo o el fruto de un
berrinche?, lo pregunto, dijo, para saber a qué atenerme.
-
De momento, le contestó, no quiero hablar contigo…
Entonces lo entendió todo… Supo,
de verdad, lo que era estar perdido.
viernes, 24 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A la sombra de la Historia: Paredones
El pago rural de este nombre, en
término municipal de Álora, está cruzado por un arroyo conocido con la misma
denominación, que nace en la
vertiente oriental de la Sierra de Aguas y desemboca, por la margen derecha, en
el río Guadalhorce frente al cortijo de Virote. El arroyo experimenta grandes
crecidas, sobre todo con las Gotas fría en otoño, pero de la misma manera que bajan
muy turbulentas sus aguas, su caudal casi desaparece en cuando cesan las
lluvias.
También
recibe ese nombre una cadena descendente de lomas, ‘Lomas de Paredones’, en la
margen derecha y frente al pago de Los Cerrajones’, que dan hasta la misma
orilla del río. Su altitud máxima alcanza 462 metros .
Existe
una fuente y lavadero público, hoy prácticamente en desuso, junto a su cauce,
en la margen izquierda, y próxima a la vía férrea entre las estaciones de Álora
y La Mellizas, en la línea Málaga-Córdoba
inaugurada en la segunda mitad del siglo XIX
En
el Libro del Repartimiento aparece que a “ Cristóbal Ruys de Perogil quedale
otrosi una caballería de treynta y seys fanegas de sembradura en la loma del
Cerro de Paredones linderos con tierra de Domingo Rebolo e con caballería del
rey, vacante”. En otro apartado informa que a Bernardino, tornadizo:
“Quedale otrosi una cavallería de tierra de treynta y seys fanegas de
sembradura de aquellas de los paredones, alinde con el deslindamiento de de la
dehesa del Conçejo…
También
se conoce así la obra civil en la que comienza el canal de abastecimiento de
aguas a la ciudad de Málaga, conducidas por la margen izquierda del río
Guadalhorce y una central hidroeléctrica que perteneció, sucesivamente a
Hidroeléctrica del Chorro, Taillefer S.A., Sevillana de Electricidad y Endesa.
Tuvo una potencia d 4.600 HP. Está situada, junto al río Guadalhorce, aguas
abajo del Molino Alto o de los Naranjos, que aparece en la fundación
del Convento de la Paz de Málaga, 16 de agosto de 1561. Gutierre Gómez de
Fuensalida, embajador y repoblador de Málaga, lo dotó con 20 fanegas de trigo
del censo sobre el molino. El
salto de agua se provoca desde un albercón situado junto a la carretera de El
Chorro, entre los arroyos de Paredones y de los Huertos que nace entre helechos
y junqueras en la fuente de Juan Valor.
jueves, 23 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer de los ojos de color de la miel
“Muchos son los llamados, pocos
los elegidos” Más o menos así lo deja dicho el Evangelio. Lucas, Lucas G.
Rengel, entra en el equipo de los elegidos para formar parte como uno de los
grandes que aportan mucho a la Historia de Álora.
Ha publicado en la Editorial
Círculo Rojo, su cuarto libro: El hijo del capitán. ‘Una novela de ambiente histórico’ donde
conjuga tres elementos esenciales. Su formación – es licenciado en Historia -,
su profesión, docente: sabe lo que dice y hace que llegue a quien va
dirigido y su vocación de deportista al poner a cada uno en el sitio donde sabe
que el rendimiento es el mejor.
Abindarráez, noble abencerraje,
que según la leyenda, “El Abencerraje y la bella Jarifa’ huye de Granada para
salvar la vida, refugiado en Cártama, se enamora de Jarifa con quien se casa en
Coín. Camino de los desponsales es hecho prisionero por las tropas de Puerto
Carrero, alcaide del castillo de Alora que lo deja libre con la promesa de
volver, una vez casado, con Jarifa “la mujer de ojos almendrados y de color de
la miel…”
Puerto Carrero, admirado del
cumplimiento de la promesa, le concede una almunia en las cercanías al arroyo Xébar
y próximo al río “del silencio”, donde vive una vida pletórica y desde donde
marcha a Fez, al final, ante los peligros que se ciernen con el tema intolerante que rebela a los moriscos. El
ambiente de la novela transcurre entre finales del XV y principios del XVI.
Se apoya en temas históricos:
asesinato de los abencerrajes, Guerra de Granada, toma de Álora (al-Lura) que pasa
a poder de Castilla, Rebelión de los moriscos, pero sobre todo, refleja aquella
sociedad con una riqueza de vocabulario
admirable y donde queda constancia de mensajes de solidaridad, tolerancia, amistad, generosidad, honor….
Y sobre todos ellos, el amor. El
amor entre Abindarráez y Jarifa que hace los mejores pasteles árabes y a los
convida siempre a sus visitas. Jarifa, consejera y fiel, bella por fuera, y más,
por dentro.
Una obra excelente. Deja momentos
emotivos: la despedida del hijo o de los amigos, de la perra “Diamela” o de “Lucero”,
el caballo enterrado en las arenas del desierto. Al final, uno admira y envidia
al hombre que siempre tuvo muy cerca a la mujer de “ojos almendrados y de color
de la miel”.
miércoles, 22 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Distales
Sevilla ha estado, por barrios bajo
el granizo, una tarde de julio, en otros ni gota. Una amiga dice que la lluvia
en Sevilla es una maravilla. Como es mi amiga, lo admito pero voy y copio y
pego: “The
rain in Spain» es el título de la canción que el profesor Henry Higgins (Rex Harrison)
utiliza para enseñar a Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) a hablar como una dama de
la alta sociedad en «My Fair Lady», película que dirigió
en 1964 George Cukor.
En Sevilla, lo que tiene que hacer en julio es calor… Lo otro, pues eso.
Me dice alguien que se ha dado un volteo por el centro de
Málaga que está en coma. Apenas transita nadie. Los camareros en las puertas de los establecimientos ofrecen menús a ocho
euros y platos de pescado a cinco. Eso es miseria. Eso es de pena. Eso es una
ruina sin paliativos.
Alguien que llegó a los puestos bien remunerados de la
política – su trabajo le ha costado – dice que Europa ha aprendido de la crisis
del 2008. Y el tío va y se queda tan pancho y se lo cree, y que ahora, pues
eso… Éste no es que utilice el plagio, no, no. Éste, no tiene vergüeza.
Una zorra – de las de cuatro patas, vayamos a pensar en otras
cosas – lleva varias noches bajándose de la sierra a estos andurriales. Los
perros les presentan cara. No hay Dios que pegue ojo con tanto bicho ladrando.
Alguien me dijo que las zorras – las de cuatro patas y las otras, también – no
ladran (el diccionario diría, tautean): ‘guarrean’. ¿Será verdad?
Hablan de ramas de árboles y de nidos y que si se corta una rama
no solo cae un nido. Caen todos los que están en la rama….Menudos pájaros andan
de revuelo por esos bancos, ah no, que me he equivocado, por esos árboles del
bosque sabroso, mejor así.
Señor, la ha liado, ¡cómo la ha liado! ¿Qué lo han liado? Pero,
¡hombre de Dios! con lo bien que lo ha hecho en otras cosas… Ya, ya me doy
cuenta lo de las carretas, las tetas y todo eso, claro que con los lodos que
hay en los caminos cuando llueve como tiene que llover porque eso de granizos
en verano es otro cantar, las carretas se atascan y si no hay agarraderas… Pues
eso.
martes, 21 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Andersen en Málaga
Hans Christian Andersen vino a
España en 1862. Llegó en septiembre, y estuvo hasta diciembre, o sea desde
finales de verano hasta el comienzo del invierno. Pasó por Málaga en octubre.
Arribó en barco y se hospedó en la “Fonda de Oriente”, en la Alameda.
Cuenta en su relato que hacía
calor, mucho calor, “el sol ardía implacable”. Tomó contacto con algunas
personas de la ciudad y captó porque era un gran observador el pulso de la
ciudad en sus construcciones civiles, en sus jardines y en sus gentes.
Dice que vio como desembarcaban
otros pasajeros de barcos cercanos al suyo, y mercancías que salían del puerto.
“Remeros y muchachos vestidos de harapos
esperaban en sus barcas el momento de transportarnos a tierra…”
Toma nota cómo la gente paseaba
por la calle y habla del arreglo con que las mujeres - “una mujer malagueña / tiene en sus ojos el
sol….” - salían a la calle, con mantillas negras, mantones de colorines”, y
agrega, “señoritos a pie o a caballo,
labriegos y cargadores”. Capta que en la ciudad “todo era vida y animación”.
Cuenta que hay puestos callejeros
donde venden higos, pasas, chumbos, uvas y curiosamente castañas que no deja de
asombrar puesto que la castaña es un fruto más propio de bien entrado el otoño
y no en tiempo de calor como Andersen dice que hacia durante su visita a Málaga
anotando que mitiga el sol con un toldo de lona en su balcón que no le impide
ver cómo pasea la gente por la calle “y el mar, dice, de fondo”.
Insiste en el calor. “Pasé calor;
es que en Málaga el calor era extraordinario…”, destaca la figura de la
Catedral que se eleva sobre el caserío y las ruinas de la Alcazaba coronada por
Gibralfaro. Habla del Guadalmedina, seco de agua y por el que transitó a
caballo…
Deja uno de los halagos mejores
que puedan firmarse en un libro de visitas, en este caso un libro de viajes, Viaje
por España: "en ninguna otra
ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como en
Málaga".
El Ayuntamiento, en colaboración con la Casa
Real danesa, acordó colocar una estatua,
obra de José María Córdoba, de este viajero empedernido, nacido en Odense,
Dinamarca, que a todos nos engatusó con sus cuentos cuando éramos niños.
lunes, 20 de julio de 2020
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A la sombra
Sentado a la sombra de la higuera,
hago un alto en la labor. Me acuerdo de los versos de Manuel Machado: “Quema el
sol, el aire abrasa”. Mañana de mes de julio, el cielo, limpio. Acuden los
tordos, en bandadas, en la busca de la fruta madura.
La higuera llegó al Mediterráneo desde la parte más occidental de Asia.
Es un árbol de hoja caduca y de mediana altura, de madera
blanca y blanda, que da brevas e higos y algunas, las dos cosechas. A esas se
les llama bíferas. La brevas viene por san Juan de junio, los higos cuando ya
está bien entrado el verano. Tiene la corteza de color grisáceo El refranero no
la trata muy bien: “la leña de higuera, que la corte mi hijo y la queme mi
nuera.
Es un árbol que
aparece en el Evangelio y es maldecida por Jesús. Es uno de los pasajes que
inducen a confusión, porque la maldición le viene porque no tiene fruto…
Aparece en la
obra de numerosos autores. José Antonio Muñoz Rojas en Las cosas del campo
dice: “Ahí tenéis a la higuera. Las ramas que peló el
invierno, caen graciosamente curvadas de los troncos cenizosos (…)”
Miguel Hernández, en una de las elegías más bellas escritas en nuestra
lengua y en la que llora la muerte de su amigo Ramón Sitgé, escribe: “Volverás a mi
huerto y a mi higuera / por los altos andamios de
las flores / pajareará tu alma colmenera”.
En otra elegia, Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, el torero de la
Generación del 27, Federico García Lorca, llora con todo su dolor de amigo: “No te conoce
el toro ni la higuera, / ni
caballos ni hormigas de tu casa./ No te conoce tu recuerdo mudo / porque te has
muerto para siempre”.
Otro poeta del campo, Antonio García Barbeito, aunque en este caso lo
hace en prosa, en De lo cercano habla de la higuera: “Podíamos cruzar el campo de parte a parte, todo el
término un gran territorio, y podíamos ir de un pozo a un cercado, de una
huerta a unas higueras, de un olivar a una era, sin que nada,
acaso una linde alta, acaso una valla alambrada pero de fácil paso, acaso un
portillo sin más llaves que un par vueltas de alambre, se nos impusiera”.
Sentado a su sombra, dejo que pase el tiempo…
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