Llego a media mañana. Granada,
en primavera, - bueno, en todas las épocas del año -, preciosa. Aparco donde
siempre, en Sócrates, después de cruzar Trajano. Me echo a la calle, por la
Plaza de Gracia, a Martínez Campos, dejo a la izquierda, Narváez, sí
el ‘espadón de Loja’ al que preguntaron en el lecho de muerte si perdonaba a
los enemigos y dijo que no, que no tenía enemigos porque los había mandado fusilar a todos…
Salgo a Recogidas. Hago unas gestiones.
Después, hay que esperar que pase el tiempo. Todo no es ‘del momento’ y ‘del
ahora’. Aunque diga el tópico que todo es posible en Granada, en este caso, no;
el volver luego, imperativo. Subo. En la esquina de San Antón, en la calle a la
que da nombre, siguen los pedigüeños de siempre. Me lo he dicho muchas veces,
una iglesia sin pedigüeños en la puerta es una iglesia cualquiera.
Me voy por Zacatín, dejo a un
lado la Alcaicería. Granada está llena de gente. Los llaman turistas. Quizá esa
gente, toda esa gente sean, como yo, huéspedes de un rato o de un día o de quizá
algo más. Me vienen a la memoria deseos de compartir esa hospedad durante
varios días. Por ahora no es posible. Todo queda en deseo contenido e íntimo.
Me siento en la Bib-Rambla. Las
sombras, en estas horas de la primavera tardía le dan, aún si cabe, más encanto. Unos niños juegan con un balón. ¿Por
qué estos niños y a esta hora no están
en clase? Me viene el balón. Se para contra la bolsa que llevo en la mano. Me
acuerdo de la canción de Serrat: “niño deja de joder con la pelota”…
Por encima de los árboles
asoman los pináculos de la Catedral, de los edificios de la Curia y del
Sagrario. Me levanto. Me echan los dichosos huéspedes de la plaza que emulan
glorias de ídolos efímeros. Me voy por Pescaería. Giro a la izquierda y por Marqués
de Gerona – que era Álvarez de Castro - , aunque no lo diga el rótulo, a
Mesones y de allí a la Plaza de la Trinidad…
La plaza tiene como huésped la
luz, y multitud de pajarillos en sus ramas - ¿aprendió de ellos Albéniz para componer ‘Granada’? -, y el anhelo, en
sueños, de compartir tanta belleza….
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