Uriel es un niño precioso. El
otro día lo vi por azar. Su padre lo llevaba en el carrito. Iban en la búsqueda
de su madre. Nos paramos el tiempo que dura un saludo, le hice un pequeña caricia en su moflete
orondo y sonrosado y me correspondió con esa sonrisa que tienen los niños que
son especiales.
Uriel tiene nombre de ángel.
Mejor de arcángel porque con esto de la angeología estos seres misteriosos se
encuadra en cuatro categorías, según su cercanía o proximidad ante Dios:
arcángeles, ángeles, querubines y serafines (que no sé si es el orden pero que
da lo mismo). Resulta curioso y bonito, pero un poco complicado.
Según la tradición rabínica los
arcángeles eran siete. La iglesia
católica también los admite en número. Ya se sabe de la enorme fuerza del número
siete en todo lo bíblico; la copta los reduce a cuatro. Son los ángeles del
cielo identificados con los cuatro puntos cardinales. En los textos apócrifos aparece hasta con nueve nombres
diferentes, además de Uriel, que haría el décimo. Coptos y ortodoxos,
igualmente, lo incluyen entre sus seres míticos y en las cercanías de Dios.
El significado de su nombre es
una incógnita por cuanto tiene de fuerza y empuje: ‘fuego de Dios’, ‘ángel de
la luz’ o ‘luz de las estrellas’. En hebreo tiberiano, en copto y en griego su
nombre está incluido como un ser muy superior. Le asignan el papel de los que
interceden ante Dios por humanidad. Le atribuyen, además, hechos excepcionales
y dicen que tiene la llave del infierno que abrirá la puerta al final de los
tiempos…
La tradición mística judía dice
que fue un ángel enviado por Dios para luchar contra Jacob, y a
quien le dio el nuevo nombre, quien condujo a Abraham y quien marcó las puertas
de los judíos en la noche de muerte en Egipto. Le asignan dos misiones más:
destruye los ejércitos de Senaquerib el rey de Asiria y es quien conduce hasta
Egipto a Juan, el Bautista, que huye de la matanza de Herodes y donde se
reunirá con Jesús, María y José que también habían hecho el mismo camino con
anterioridad por motivos idénticos.
Uriel, el niño que iba en su
sillita de paseo una tarde de primavera en busca de su madre no conoce aún todo
lo que su nombre encierra. Algún día sabrá…
No hay comentarios:
Publicar un comentario