Era un grupo vairopinto – un pelirrojo con pecas, morenos, escuchimizados,
gorditos, alguno algo espigado…- y heterogéneo por la procedencia. Acudieron desde
Faraján, Villanueva (las dos, la del Rosario y la del Trabuco), Igualeja,
Antequera, Colmenar, Alhaurín el Grande, Álora, Algarrobo, Bobadilla o la Cueva
del Becerro…
Fue el otoño de 1959 el año de
la cita. Como equipaje un baúl con algo
de ropa, un número marcado y un colchón de cuadros. Comenzaban las sensaciones
nuevas… Allí todo era grande: los pasillos, el comedor, la capilla, las
distancias…. El dormitorio tenía los techos muy altos y cada mañana había que
hacer la cama.
Aquellos muchachos emprendían
una vida diferente. El bagaje que aportaba, el que más, era haber sido moguillo
en su pueblo, una inteligencia despierta y la llegada a un sitio al que siempre
entendí que todos iban – después, me llevé un desencanto y supe que en todos, no
– por una cosa que no se sabía muy bien qué era y que llamaban ‘vocación’.
El fútbol, la válvula de escape
en las hora de recreo y en los fines de semana. Los paseos largos al monte San
Antón, a la Cuesta de la Reina, al puerto, a Gibralfaro, al monte Coronado…, el
lugar donde, compartiéndolo con otros, comenzaban a forjarse amistades para
toda la vida.
Tiempo de estudio. Aprovechamiento
y silencio interior y de fuera, mucho
más importante el primero para forjar la personalidad, el comportamiento y la
formación de cada persona. Obviamente no faltaba el tiempo dedicado a la vida
de religiosidad, a veces, excesiva si se atendía a las edades a las que iba
dirigida.
Mañana, una parte del grupo de
muchachos se va a dar cita en Antequera.
Visita a los dólmenes y algún que otro monumento, luego compartirán mesa y
recuerdos y después cada mochuelo a su olivo o cada o cada tórtolo a su agüaero.
Lo tengo difícil para acudir pero no para recordar y agradecer a aquel bendito Seminario que nos
forjó en valores de amistad, sentido de justicia, solidaridad, responsabilidad y
honradez a pesar de algún padre espiritual – si hay infierno… bueno que Dios
lo haya perdonado – y de tener a Marlyn Monroe en las pantallas a la que no
veíamos, por supuesto, pero que sí sabíamos que existía….
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