Decía
don Miguel de Unamuno que en La Vera, ‘chacharean las sombras’. Don Miguel
nunca conoció la calle de Atrás de Álora. A duras penas entra el sol. Sus casas
se empinan en un imposible de alcanzar el cielo distante y azul.
Larga
como un día sin pan, como una espera en la cita que no llega, como cuando
éramos niños y veíamos que la Feria estaba tan lejos, tan lejos que nunca se le
veía la punta al calendario.
Conecta
la Fuentarriba con la Plaza Baja de la Despedía. Comenzaba en la esquina del
Beaterio de la Concepción, casi en el entronque con la calle Encinasola que aún
guarda como en pecho simétrico el nombre de Rosales.
La
idearon a la espalada de otra calle, la de Parra que, andando el tiempo, por
esa extraña razón que se dan en los pueblos, le tomó la primacía y la relegó a
un segundo o tercero o cuarto plano. Da lo mismo. Desde no se sabe cuándo,
siempre, se conoció como la calle de Atrás.
A lo largo del tiempo, cambió varias veces de
nombre. Y así, en atención a personajes relevantes del pueblo, fue calle de
Gabriel Sánchez, Francisco Rodríguez, Juan de Mayorgas, Real y Canónigo
Morales…
En
ella se alojó el Martes Santo 2 de abril de 1624 el rey Felipe IV. Llegó
procedente de Málaga. Había venido a Andalucía para recaudar dineros. En Málaga
protagonizó un incidente al pie de la Alcabaza con su alcalde al
que reprochó su villanía, respondiéndole aquel, que sus “manos estaban
encallecidas en el servicio de S.M.”.
Le acompañaban su hermano el Príncipe don
Carlos, el Conde-Duque de Olivares, el Almirante de Castilla, el Nuncio de Su
Santidad, el Cardenal Zapata y el Patriarca de las Indias Occidentales.
El Rey y el Príncipe se alojaron en la casa
del Licenciado Juan de Mayorgas frente a lo que hoy es la parroquia de la
Encarnación que en aquella fecha se encotranba en construcción. Desde Álora
partieron hacia Antequera. Les acompañaron hasta la Dehesa de la Villa, donde
mandó que se volviesen.
En la calle de Atrás vivieron, también, dos
personas muy ilustres del siglo XX de Álora, los hermanos Diego y José (Pepe)
Rosas Hidalgo. Magistrado del Tribunal Supremo, el primero; el folclorista más
grande de nuestra historia, el segundo.
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