Mayo se ha vestido de celindos
blancos en el borde del jardín. Mayo se ha
vestido de lo mejor de Barbeito – “El despertar” – en el artículo
de ABC
de Sevilla. Maestranza, calor, abanicos que dan sombra y amparo de
misterio a los ojos que yo me sé. Faena… A cualquier cosa se llama faena, de
Pablo Aguado el viernes. Feria, Sevilla y por si falta algo para la rima, los
toros, de tierra de laguna, donde Véjer se hace historia de la mano de Jandilla…
Mayo se ha vestido, hoy de trece, de Cova de
Iría, de Virgen de Fátima. De tierra humilde de encinas y corchos en la dehesa
perdida. Tres pastorcillos. Jacinta,
Francisco, Lucía. Detrás de ellos, la leyenda del milagro. Dicen que existe.
Dicen que algunas veces, como los Reyes Magos aparecen y entonces… entonces
queremos tener a alguien cerca para contárselo…
“¡Ay, trece, trece de mayo!
cuando me encontré contigo”. Y Rafael de
León, ese poeta al que nos permitimos olvidar. Ahora los versos de Rafael y la
Copla no están de moda. No se lleva. Lo
que ahora se llevan son ripios de los que usan el nombre de la poesía en vano.
Y así va, así nos va.
Romance para doña Concha, doña
Concha Piquer, que esta sí que tenía don
y era grande de las de verdad. Que
ofrecía claveles reventones, de olor y embrujo, para hacer frente a los ojos de
manzana y a los labios de cuchillos y a la sinrazón de campana que hacen de tu
voluntad sonío…
¡Ay, trece de mayo! Se tercia
un mes de flores. Venid y vamos todos, con flores a porfía. A la Virgen blanca
del recreo que no sé si seguirá allí, en
su mármol blanco y en su espera de horas bajo un cielo de estrella y brisas que
suben de la mar y salvan el cerro de pinos que mueve el viento.
Maestranza, Sevilla y el río
que besa la orilla, y al otro lado… No al otro lado, no, por medio, marismas y
toros que nunca tendrán los ojos verdes aunque coman margaritas y dos muchachos
a los que convoca el Maestro , el Maestro Barbeito, “para que esto no se duerma
otra vez”.
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