domingo, 26 de mayo de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores secas






Tarde calurosa; final de primavera. Hay un zumbido de abejas en la alberca. Horas lentas; no pasa el tiempo. Nos acercamos al anaquel donde están, en silencio, los libros. Tomamos uno, uno de esos que llevan allí mucho tiempo. Hemos olvidado cómo, cuándo, y porqué vinieron. Se coge con cariño, se le echa un vistazo, y entre el pasar de hojas, aparecen unos pétalos…

Fue una rosa roja. ¿La dejó allí el jardinero de Tagore para la reina? El tiempo le dio la finura de una hoja de papel. No le arrebató el color íntimo y adherente. Lo conservó para siempre. Una mano la arrancó del rosal… Tuvo que ser el jardinero. ¿Fue el encuentro de dos enamorados que la dejó entre las hojas del libro?

Otra vez es un clavel, “sed de infinito”  de una noche de ensueño. Alguien se acercó, ofreció mercancía… o, quizá, no. No, no, fue un arrebato. Nos llevó a la floristería más cercana y, entonces, entonces una mano lo sacó del jarrón donde reposaba con otros claveles y a cambio de unas monedas mutó  su esencia de flor por la emoción de ir a un destino de anhelo…

Puede que entre los cajones, esos que se abren no sabemos cuando aparezca en uno de los ángulos compartiendo espacio con otros objetos, una rosa. Fue rosa en un jardín donde alguien le dio cuidado y mimo y cariño y la arrancó…, y le asignó  destino.

Primero, ocupó un sitio preferente de la casa, un florero de cristal, el más bello, uno de cuello estrecho para que ella se sintiese a gusto. Una aspirina en el agua, el cambio oportuno y certero y, luego,  el paso inexorable que la marchitaba, y ella, la rosa y ella – la reina que soñaba el jardinero -  no quisieron separarse nunca y fue a donde el cajón de aquella cómoda que guardaba objetos de recuerdo…

Y se abre, de pronto, un abanico de pensamientos. ¿Qué fue de aquel hombre jardinero que le regaló la rosa? Mira que si por un casual ella recuerda el día y el nombre y el lugar… y  ¿entonces?, entonces surge un milagro de amor que algunos llaman recuerdos y un suspiro se escapa de la garganta y un ¡ay! que se lleva el viento….


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