Si yo fuese un periodista
deportivo, que obviamente no soy, y tuviese que hacer una crónica de boxeo diría
que los púgiles, ya sobre el cuadrilátero,
se estudian entre sí y plantean la manera de sorprender al rival y cómo desarrollar la estrategia que el
entrenador les ha dado en la caseta.
Si yo fuese, que lo soy, un
ciudadano de a pie, de los que se levantan cada mañana y da gracias a Ese que
todo lo rige y que está porcima de hombres y circunstancia, y que es quien manda
de verdad, diría y digo, que creen los artistas que nos desgobiernan que nos
están tomando el pelo.
Se piensan que con esos amagos
de hombres buenos, de gente entregada por la causa de sus vecinos y por todo
cuanto les atañe, nos sorprenden a la gente, a la gente normal como usted y
como yo y que se lo creen y que, para
sus adentros, piensan como aquellos escolares del tiempo que se fue en que
cantaban “que buenos son, que buenos son, los hermanos Escolapios que nos
llevan de excursión”. Pues como que no.
No suelo escribir de
política y otras zarandajas de la feria. No merece la pena. A raíz de lo que uno ve en los telediarios,
escucha en la radio o lee en los periódicos – no es mal vicio ese de leer los
periódicos – uno, les digo, se subleva un
poco y casi le dan ganas de proclamar: “menos lobos, Caperucita”.
Menos mal que el mundo, ese que
dicen que da una vuelta cada día, y trescientas sesenta y cinco al año; los
bisiestos, una más, va por otro aire.
Ese mundo que esta mañana tenía un amanecer precioso en la naturaleza. El
levante arrancado desde muy temprano ponía una nota de frescor; cantaban los
pájaros…
Pero, ese mundo, también, se ha despertado con noticias terribles. Un
Guardia Civil muerto porque el hombre quiso cumplir con su deber, la mujer
asesinada de cada día, - parece que hoy,
ración doble, dos y que ha tocado en
Tenerife y Valladolid –, un hombre muerto y otro en estado crítico por escape
de amoníaco en Tarragona, amaños de
partidos con cocaína, pastillas y mucho dinero ‘perdido’ por el camino…
Demasiadas estrategias… Que sea
lo que Dios quiera, que a lo peor, nos
llevamos una sorpresa.
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