Madrid está precioso. Madrid,
en primavera, se viste de verde en las medianas de la calles, en los árboles de
las aceras, en las yedras que trepan por las tapias. Están frondosos los
plátanos, los tilos del Retiro, los almendros – por cierto, cargados de fruto -
de la Quinta los Molinos…
Tienen la Gracia de Dios la
rosaleda del Parque del Oeste y los pequeños rosales solitarios de las
glorietas, de las medianas, de los jardines privados que asoman desde detrás de
puertas cerradas herméticamente.
Dejo Madrid. Hace un rato que
no es mediodía. Aún la tarde no ha
tomado sitio. Un rosario de cuentas perdidas, o sea, nubes algodonosas van por un cielo azul camino de algún sitio.
Intuyo que pueden ir como para las tierras de la Alcarria…
El Wanda Estadio Metropolitano –
anoche compartí mesa con una señora encantadora seguidora del Atlético – está a
junto a uno de esos cinturones de asfalto que tiene varios carriles por donde
los coches echan mano al freno por mor de las limitaciones y los radares. Es la
M-40
Pasado Vallecas, a la izquierda,
salida complicada. Tomo la N-IV, antes
del Cerro de los Ángeles. Dos figuras de cemento simulan cabezas de
caballo. Sostiene un entramado de cables de acero. Hay, debe ser por la hora,
fluidez de circulación.
Por Turleque, a cien kilómetros
de Madrid, por Puerto Lápice – una vez me clavaron en la venta, a que está a la
derecha, y no he entrado más a 135, por Madridejos, los cipreses se asoman por
la tapia del cementerio, por Manzanares a 175, por Valdepeñas a 200. Al entrar
a Andalucía, 245… Pastan toros bien presentados en una dehesa entre Santa Elena
y las Navas de Tolosa.
Casi siempre hago parada en
Guarromán. Esta vez no compro ‘alemanes’ (pasteles de hojaldre rellenos de crema, exquisitos).
Decido que pararé en Loja. Entro en un
establecimiento a pie de carretera. Compra de roscos de Loja y piononos. No hay
derecho, de verdad, que no hay derecho, a adulterar productos con la calidad
que esconden esos nombres. Debe estar prohibido usar esos nombres sin un
control de calidad.
Juan Vázquez me pide
confirmación de asistencia a la presentación de su libro. Hablamos. Me dice: “No
paras, y no es mala fecha visitar Madrid por San Isidro”. Claro, antes, la
obligación que la devoción…. Quien la lleva la entiende.
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