Dicen que allí todo es verde y que
los prados bajan hasta la misma lengua del mar. Dicen que el paisaje es de una
belleza tan grande que compite en belleza de paraíso con todos los demás
paisajes de la cornisa que reciben los vientos del Cantábrico.
Dicen, también, que no hay ni diálogo ni entendimiento
entre las administraciones, agricultores y ganaderos. El problema no es nuevo.
Se repite año tras año.
El periódico y las imágenes
informan que ahora arde de una manera tan desorbitada que todo puede terminar
en una catástrofe sin precedentes. Se ven impotentes para frenar el fuego. A
las tres de la tarde tenían contabilizados cuarenta y cinco focos y en once de
los trece distritos en que dividen la Comunidad estaban sufriendo el fuego.
Los hombres que componen las
cuadrillas se multiplican. No solo es el esfuerzo humano, también hay medios
técnicos. Operan por tierra y por aire. Parece que todo es insuficiente para
frenar el infierno que ha abierto sus puertas en aquellos montes.
La Guardia Civil ha detenido a
un ‘artista’ al que acusan, presuntamente, claro, de ser artífice y haber
provocado al menos uno de los fuegos. No tiene que cundir la alarma, casi
seguro que no podrán probarlo totalmente y dentro de un rato estará en libertad
‘con cargos’ – como se suele decir – y se va a su casa de rositas.
Estamos en febrero, casi no hay
rastrojos y ahora se culpa al viento del sur el que impulsa la desolación de la
mano del fuego. Vamos como si fuese la primera vez que el viento en aquellos
lugares sopla del sur y no de otro lado. Algunas veces las explicaciones son un
tanto peregrinas. Al menos, lo parecen…
La mano del hombre, dichosos
hombres que tienen una capacidad de destrucción muy superior a la que tienen
otros seres de la naturaleza. ¿Qué puede
pasar por la cabeza – si es que tiene cabeza- de alguien para sembrar tanta
destrucción y tanta muerte?
¿Qué castigo tienen que pagar si
lo han hecho por revancha? Entre la
gente normal frustración y miedo; impotencia. Las nubes de humo han quitado el
sitio a las nieblas cargadas de humedad que viene del mar y son las que imperan
en la cumbres de la Cantábrica una de las zonas bonitas y embrujadas de esta
tierra llamada España.
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