Finales del XVI. 1589, los franciscanos
recoletos de Santa María de los Ángeles
de Málaga predican, por mandato del obispo, una misión en Álora. El Concejo
queda gratamente impresionado. Piden, 1590, a la Orden la fundación de un
convento. Unos años después, en 1592, llega fray Diego Gómez…
En 18 de febrero de 1593 se pone la primera
piedra. Dentro de unos días se cumple aniversario. ‘Solo’ 436 años. A comienzos
del XVII, en 1600, ya están los frailes habitando las primeras dependencias.
El Concejo cede un paraje;
luego, le agrega más tierras para huerto y servidumbre. Es el mismo en que se
venera la imagen que los hijos de Encinasola, según cuenta la tradición, dejan
a su Madre, la Virgen de Flores. El lugar se denomina con el mismo nombre que
tiene, junto a las orillas del Múrtiga, casi en la frontera con Portugal, en la
Sierra de Huelva, Flores. La Virgen, Virgen de Flores, recibe la misma
advocación.
‘Flores’, en Álora está al pie
del monte Hacho, a poco más de dos kilómetros de la localidad, conforme se va
por el camino - hoy carretera – que lleva
a los Baños, o sea, Carratraca. El lugar, paradisíaco. Al norte la sierra de la
Huma y Abdalajís; a sol naciente, el Torcal y los Montes de Málaga; al sur, el
pueblo; a sol poniente, El Hacho… A sus pies la vega del río Guadalhorce.
El convento pasa por diferentes avatares. Llega,
en su punto de máximo esplendor, a ser noviciado. Alberga un gran número de
religiosos. Viven – son mendicantes – de la predicación y la limosna. Luego,
avatares de la historia, exclaustrados por la desamortización de Mendizábal en
1835. El convento – las dependencias de los frailes – en ruinas. Solo en pie el
Santuario.
En posteriores reformas se ha
rehabilitado, sin que se haya mantenido la continuidad de un servicio público.
Al santuario acude un chorreo de feligreses cada día. Es difícil llegar a
cualquier hora y no encontrar a alguna persona que reza dentro, que va o viene…
Flores, el Santuario de Flores,
es uno de los emblemas de Álora y lazo de unión con el pueblo hermano de
Encinasola con quienes se intercambian visitas periódicas siendo frecuentes los
contactos entre los hijos que acuden a su casa, allí o aquí, porque en ambos
sitios se le reza a la Madre común.
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