miércoles, 13 de febrero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jacques Laulheret: Luz y paisaje





Hablan los papeles viejos de leyendas y magias, y dicen que un día la luz y el color decidieron andar juntos los caminos y viajaron y viajaron… y  Dios que ya había llegado al séptimo día – por cierto, mi nieto que no levanta dos palmos del suelo le preguntó hace unos días a su madre: ‘mami, ¿cuándo Dios hizo el mundo era de noche o de día?’ – y viendo que todo era bueno había decidido descansar  y los dejó ir…

Dicen que Dios vio cómo la luz y el color se posaron en los valles, en las cumbres de los cerros, en las huertas reventonas de azahar, en los rosales que abren floraciones en mayo y en otoño, en las orillas del río…

Y cuentan que, entonces, Dios vio que le faltaba algo y se le ocurrió tocar con una varita mágica a un niño nacido en el Bearn francés, y lo hizo pintor. Ese niño cuando se hizo grande viajó por muchos sitios y vino a caer en Álora, en los Callejones de la Barca, donde en otra alma, la de Rafael, encontró el complemento que había buscado por tantos sitios…

A mí me honraron con su amistad. Me acogieron en su casa con la generosidad que solo las almas grandes saben hacerlo. Estuvieron a mi lado en los momentos en que la vida da los bofetones que quitan el resuello.

Una llamada de Rafael me avisaba. “Jacques quiere verte” y yo bajaba y me sentaba junto a él y con la humildad de quien tienen mucho más que dar de lo que uno puede ofrecerle, me pedía: ‘es que voy a exponer y quiero que me hagas a literatura del catálogo’… Y me daba participación y me abría una puerta enorme … Él que captaba el espíritu de los caserones viejos, de los tejados desvencijados, de las pitas del camino…

Primero se nos fue Rafael. Todo rápido, todo tan de improviso, que la sorpresa arrebataba las  palabras… Luego, él. Ya muy enfermo, en su Pau natal, me llamó una tarde. “Te llamo para despedirme; me voy, esto se acaba y quiero darte un abrazo desde la distancia…” No tenía palabras; teniendo tanto  que decir, me dejó callado. Dos días después se nos fue. Los amigos se van físicamente, de la ‘otra’ manera,  nunca.



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