El río echa por el camino de en medio. A un lado la sierra
de San Jorge; al otro, Gibalto. Aulagas,
espinos y flores con ribetes de oro viejo; encinas, chaparros y quejijos;
melojos, cornicabras y rosales silvestres… Ladera de piedra. En lo alto, casi
siempre el cielo limpio y alguna nube perdida que va a alguna parte…
Un camino lleva a la Fuente de los Cien Caños. Se derrama el
agua de cristal; rompe la caliza. Se precipita, baja a borbotones - Va al
encuentro con su razón de ser, o sea, con el río. El transito, corto; la
belleza, enorme. Higueras, sauces, fresnos, chopos.
El arroyo de las Hazas de las Matas le tributa antes del
llegar al Cortijuelo. El río es espada que abre herida cuando pasa por el
pueblo. Flores y plátanos orientales; un río remansado… Cuando los que saben
del tiempo dicen de gotas frías y esas cosas, entonces… Entonces es un bicho
desbocado que no conoce a nadie.
El pueblo – Villanueva del Trabuco – recostado a pie de
sierra. Olivares y campiña. El río se va, después, para tierras del Rosario; es
hilo de plata entre vegetación de ribera. Cauce estrecho, besos de una a otra
orilla…Aguas abajo, parque de orquídeas, regates de amor e historia. Archidona
es la gracia de la Virgen de Gracia.
Se entrega abierto a
la vega. Busca el encuentro con otro río, el río Grande. Dicen los libros de
Geografía que nació con vocación de Atlántico y… pues no, pues no. Bordea
Antequera. Antes le vino el Parroso; ahora, el de la Villa, agua de las nieves
purificadas en la caliza de El Torcal.
El río sabe que San Sebastián queda en el
centro. Una plaza y encrucijada de cinco
calles: Estepa, Nueva, Cuesta de Santo Domingo, Cuesta de Zapateros y
Encarnación.
El
templo, soberbio. Hay que detenerse y escudriñar, a golpe de vista, la belleza
del campanario con el angelote desafiando vientos. Es diferente. No se parece
en nada a las veletas que coronan otras torres.
El
interior, asombra. Lápidas funerarias - la de Rodrigo Narváez, alcaide
conquistador- repartidas por las paredes. Recuerdan a los poderosos en dinero (¡y en qué queda
todo!) gustaban pasar a la posteridad desde las umbrías de los templos bajo el
amparo de luz de velas y de rezos pagados en mandas, fundaciones, capellanías,
testamentos...
(Fragmento
de “El río nuestro”. Publicado en la Revista: Desde el Alto Guadalhorce. Núm.
8)
No hay comentarios:
Publicar un comentario