Flexible como un junco. Sobre
ella pasaron las riadas de la vida. No una, ni dos, ni varias. Muchas. Siempre
tuvo la fuerza suficiente para recuperarse a sí misma y a cuantas personas
compartían con ella los momentos duros.
De estatura superior a lo
normal – en lo físico y por dentro - . Caminaba erguida; paso firme. Sabía dónde
quería llegar y de dónde venía. Jamás se achicaba por nada ni ante nada.
Se decía que su familia era de
clase ‘alta’. De hecho su padre ocupó puestos de responsabilidad en el mundo de
la Diplomacia. Su educación esmerada, sus modales exquisitos, su manera de
expresarse y delicadeza al hablar dejaba entrever que no era una mujer
corriente.
Llegó al pueblo recién comenzada
a segunda mitad del siglo XX. Alguien dijo que había desarrollado una labor de
entrega a los más necesitados sirviendo a los demás en uno de los suburbios,
por entonces, más pobre de Madrid. Se conocía como el Pozo del Tío Raimundo.
Estaba en el sur de la capital; hacinaba miseria y hambre.
Ella ocupó, primero, una casa, en el mismo pueblo. Luego, se fue a
vivir, a las afueras. Un convento desamortizado en ruinas que solo tenía en pie
algunas habitaciones con lo mínimo de habitabilidad.
De noche crujían puertas y
marcos de ventanas. Algunas no cerraban;
entraba el viento. Era un lugar de
cobijo para lechuzas y aves nocturnas. Decían, incluso, que las ratas deambulaban
como por su casa. Ella fue adaptando el lugar. Comenzaron a llegar niñas – su capacidad de acogida era tan grande como
su alma -. Más niñas. Era gente menuda; venían de la pobreza, las necesidades
básicas sin cubrir… Vivían de la ayuda de la gente.
Pasado el tiempo se trasladaron.
Ocuparon el sitio de unas viejas escuelas desocupadas por traslado a un nuevo
centro escolar. Era el final de los años cincuenta… Después, un centro nuevo,
ahora, en la carretera de Los Llanos. Le ponen un nombre: “Providencia
Parroquial”. Lo que en un tiempo fue el vivir de la caridad pasó a depender,
además, de las Instituciones. Ella se hizo mayor. Le llegó la hora de la
partida…
En su vida fue una mujer que dejó pasar la Luz. Se llamó Laura
Aguirre Hilla, la Señorita Laura. En la Iglesia andan de papeleo para elevarla
a los altares. El pueblo llano, ya lo hizo hace mucho tiempo…
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