Está ahí. Donde siempre. Desde aquel día en que el pueblo
decidió – como los niños cuando dejan de serlo – hacerse grande y se echó a
andar por una ladera cualquiera. Bajó, primero despacio como quien tiene un
poco de miedo a la aventura emprendida. Luego, fue más de prisa y se hizo
grande.
Dejó arriba, en la cumbre, el castillo y sus torres y sus
murallas. Lo perdió, al principio, de vista pero se trajo algo con el que
siempre sabría que los mantendría unidos: su cielo azul. Su cielo azul y limpio
que lo corona todo, que lo llena todo, que reparte con generosidad la poesía
que lleva dentro.
Y, fue entonces, precisamente entonces, asido a su cielo
cuando él, barrio humilde, tímido, recoleto, decidió hacerse calle y se bajó
con tiento, poco a poco, con esa compañía que en ocasiones da el silencio y se
hace íntimo y avanzó sin que nada ni nadie le opusiese obstáculo…
En su suelo, porque en este pequeño Abaycin blanco que forma
el Barranco nuestro, hay acopio de
historia. Una historia que viene de lejos. Una historia que apareció en los
papeles y luego la contó y cantó en romance y dijo a cuántos quisieron saberlo
que allí, murió una primavera, de hace
muchos años, Diego de Ribera, Adelantado
de Andalucía, y fue entonces, cuando nació “Álora, la bien cercada”…
Dejó que a sus lados de la calle hubiese una proyección de
sombras. Decía el Doctor Marañón que en las sombras todos nosotros somos
figuras escapadas de un cuadro de El Greco. Aquí, no, aquí solo las dejó para que se asomasen un poco. Lo suficiente
para que diese profundidad al cuadro, a otro cuadro de vida, que se ofreció al
fotógrafo, Felipe Aranda, con el misterio que lleva dentro y se lo regaló a su cámara.
Hay pinceladas de macetas con flores. Hay paredes lisas y
blancas. Son macetas pequeñas. Está ahítas de color y belleza. Lo humilde, casi
siempre, tiene ese punto para decir que no falta ni sobra nada. Están en su
sitio. Una mano anónima las dejó con la simetría que solo saben dar los pueblos
viejos. Otra Mano dejó sembrado de estrellas el cielo que vendrán luego cuando
llegue la noche y le dé aún más embrujo y más encanto si es que le cabe.
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