domingo, 12 de agosto de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Abejarucos



Se han levantado con las primeras térmicas de la mañana. Es temprano pero hace calor. Es tiempo y lugar. Agosto, sur del Sur de España. Nos asomamos a los cerros un día claro y casi vemos África al otro lado… Suena a exageración. No lo es. Hoy, no va por ahí la cosa. 

Los abejarucos, “parecen nacidos del arco Iris”, como los ve el maestro Barbeito. Vinieron  hace un par de meses. Este año por esa primavera larga y fresca que ha pisado los primeros días del verano, han llegado quizá un poco más tarde. Los abejarucos vienen siempre porque lo llevan marcado en su hoja de ruta.

Su canto los identifica. Enseguida lo sabemos. Sí, son. Son ellos. Luego posados en los cables de la luz se toman un reposo y miran el entorno. Giran a un lado y a otro la cabeza… Es probable que ya sepan donde están colocadas este año las colmenas que los apicultores habrán dejado cerca del río, de la acequia, de las corrientes de agua.

Los abejarucos son el terror de los colmenares. Abejas, tabarros – terrizos y de los otros – moscardones, insectos…forman el forraje de su alimentación diaria. Un amigo me decía que el colorido de las abejas que cazan en sus vuelos forman  la belleza de sus plumas: amarillas, azules, anaranjadas, violetas, rojas… No sé si esto lo sostiene la ciencia. Sería una última contribución de la abeja que entrega su vida a un pico largo, muy largo, puntiagudo y fuerte.

Han anidado en las cárcavas del arroyo  conforme se sube camino de la sierra después del moño de adelfas que ha crecido donde tributa la cañada de los Huertos. Han hecho nidos profundos. Entran y salen constantemente. Llevan en el pico los insectos. Es el alimento de sus pollos.

Los abejarucos estarán por aquí hasta finales del verano cuando el otoño llame a la puerta y diga que las calores pierden  poderío y mando en plaza. Entonces, el aire ya no será tan caliente y ellos deberán hacer un esfuerzo mayor. Les va a costar sustentarse y decidirán una mañana cualquiera que ha llegado el momento de emprender la marcha. El cielo se quedará sin su vuelo a impulsos, los cables de la luz sin ocupas momentáneos y entrará un sosiego largo e invernal en el colmenar. El cielo perderá colorido. Es ciclo de vida.   




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