Se han levantado con las
primeras térmicas de la mañana. Es temprano pero hace calor. Es tiempo y lugar.
Agosto, sur del Sur de España. Nos asomamos a los cerros un día claro y casi
vemos África al otro lado… Suena a exageración. No lo es. Hoy, no va por ahí la
cosa.
Los abejarucos, “parecen
nacidos del arco Iris”, como los ve el maestro Barbeito. Vinieron hace un par de meses. Este año por esa
primavera larga y fresca que ha pisado los primeros días del verano, han
llegado quizá un poco más tarde. Los abejarucos vienen siempre porque lo llevan
marcado en su hoja de ruta.
Su canto los identifica. Enseguida
lo sabemos. Sí, son. Son ellos. Luego posados en los cables de la luz se toman
un reposo y miran el entorno. Giran a un lado y a otro la cabeza… Es probable
que ya sepan donde están colocadas este año las colmenas que los apicultores
habrán dejado cerca del río, de la acequia, de las corrientes de agua.
Los abejarucos son el terror de
los colmenares. Abejas, tabarros – terrizos y de los otros – moscardones,
insectos…forman el forraje de su alimentación diaria. Un amigo me decía que el
colorido de las abejas que cazan en sus vuelos forman la belleza de sus plumas: amarillas, azules,
anaranjadas, violetas, rojas… No sé si esto lo sostiene la ciencia. Sería una
última contribución de la abeja que entrega su vida a un pico largo, muy largo,
puntiagudo y fuerte.
Han anidado en las cárcavas del
arroyo conforme se sube camino de la
sierra después del moño de adelfas que ha crecido donde tributa la cañada de
los Huertos. Han hecho nidos profundos. Entran y salen constantemente. Llevan
en el pico los insectos. Es el alimento de sus pollos.
Los abejarucos estarán por aquí
hasta finales del verano cuando el otoño llame a la puerta y diga que las
calores pierden poderío y mando en plaza.
Entonces, el aire ya no será tan caliente y ellos deberán hacer un esfuerzo
mayor. Les va a costar sustentarse y decidirán una mañana cualquiera que ha
llegado el momento de emprender la marcha. El cielo se quedará sin su vuelo a
impulsos, los cables de la luz sin ocupas momentáneos y entrará un sosiego largo
e invernal en el colmenar. El cielo perderá colorido. Es ciclo de vida.
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