Me voy al anaquel. Sé de su
lugar y su sitio. Está entre “Mi primera palabra” y “Guadalquivir, la memoria del agua”. Su
portada, reflejo de un tablero que busca
encajar las piezas que la vida pone, a capricho y antojo, donde quiere y cuando
lo desea. El libro, pequeño. Las buenas esencias… Eso, ya se sabe.
Abro, como siempre al azar. Me
lleva al prólogo del libro. Es de Lutgardo García - otro de los grandes, que van por la calle y
se cruza con la gente, sin que alguna gente lo reconozca -. Dice, Lutgardo que “viene
con la luz del río y el silencio de los pueblos”. Dice, también, que aprendió
entre “olivos a cuantificar el tiempo, cuando va de la yema a la dicha del
verdeo…”
Como un niño perdido me adentro.
No, es una calle cualquiera. Es el alma que sale al encuentro “y por eso de mirarla, tan ajena, / una pena
que no llega a ser pena / la deja escombro sobre mis escombros”. Y, entonces
pienso para mis adentros. Y me lo pregunto. ¿Otra vez equivocado? ¿Cuántas,
cuántas veces, más en la misma piedra? No hay respuesta.
¿Será…? No sé. Ya no pasa, como entonces pasaba , aquel
tren de media mañana que silbaba en la distancia y aparecía, por la lejanía, de
pronto. Por aquí no cruza la vega. Viene de un sitio remoto y va – se va – para
alguna parte y en por el aire queda un recuerdo de campanas y entonces sé que
en algún sitio está “la calle de Las Campanas…/ Digo ese nombre y pronuncio /
tu nombre en esas palabras”.
¡Qué lejos están, ahora, cuando
dormita el campo en el sopor de la siesta – sinfonía monocorde de chicharras - aquel puñado de recuerdos! El crucifijo de la
pared, la pizarra con la fecha escrita en tiza, el mapa de hule y España
despellejada por el tiempo. “El maestro, de pie. Silencio hondo. / Y en la hora
que suena la cigarra, / no sabe el niño que se alfabetiza”.
Horas, días, tiempo… Lo tengo en aquí. Van mis ojos por sus
páginas como quien pastorea un puñado de sueños. En mis manos “Cancionero
íntimo”. Autor, Antonio García Barbeito.
Querido Pepe, el mejor homenaje a mis versos casi siempre viene de tu mano, tu mano amiga, claro. Gracias, amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarAntonio