miércoles, 29 de agosto de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Hacho



Es, a nosotros, como el Gurugú a Melilla; el Pan de Azúcar a Río de Janeiro; como el Moncayo a Aragón…

Si tiene – cosa rara- puesta la capucha es señal de agua. Seguro.  “Cuando El Hacho / se pone la mantilla / suelta los bueyes / y vente a la Villa”. Aquí las borrascas entran por el Estrecho y el sol se va por el Monte Redondo.

Si subes en día claro y es invierno, a lo lejos, en línea recta, una cumbre blanca. Es Sierra Nevada. A la derecha la bahía de Málaga y a tus pies el pueblo – entenderás porqué lo hicieron aquí – y la alfombra verde de la vega, o los  trigos que despuntan en las lomas, o Los lagares que parecen olitas de tierra en un mar de montañas. Dicen que es el mejor, y único sitio para ver todo el pueblo.

Lo verás – El Hacho – por cualquiera de los caminos que llegues.  Siempre una faz diferente, incluso te cambiará de cara varias veces. Será un ‘cuchillo’ abierto; una meseta en forma de trapecio; un semicirco. A veces la roca se transforma ‘en la puerta de la iglesia’, en un perro tendido, en una cara de mostruo… Otras, no te lo vas creer la sombras te jugarán una pasada y puede aparecer algo así como un Buda sentado y gigante, un fantasma de brazos abiertos o la mismísima efigie de Gizeh… Siéntate en la ladera del ‘Quebraero’ y espera a que caiga la tarde…

Pues subir, también, en coche por el Sabinal y los Cortigüelos.
Si andas holgado de tiempo sube, a pie, por el ‘cuchillo’. La ascensión es más difícil; más cómoda por la Viñuela del Soldado. Aprovisiónate de agua. La única fuente la de Pedro Sánchez está al otro lado de la vertiente y ya fue mencionada hace más de quinientos años en los papeles del repartimiento en tiempos de los Reyes Católicos.

Huele a tomillo, a romero y aulagas.

Patea la cumbre. Desde el Monte Redondo se ve el mar. En el “Hoyo” florecen y enchan ftruo las aureolas. Dicen que tiene también una gruta – que nadie ha visto – misteriosa y profunda donde se oye el rugir de las olas del mar.
Los precipicios son enormes, así que si padeces de vértigo, ya sabes…
Párate a escuchar el campo. Párate a escuchar los silencios… y el viento …
                               (De Álora, guía práctica para viajeros diferentes, José Morales García 1998)




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