Dicen que no hay nada más
apetecible que el sillón de uno en el rincón de la casa donde el reino está a
nuestros pies. Dicen que hay otro símbolo del sillón. Lo llaman ‘poder’. Es tan
apetecible que quien lo ostenta – o deja que sobre él se asienten las posaderas
– no quiere perderlo nunca.
Hay otro sillón. Ofrece un
respeto enorme. Es el sillón de la clínica dental. Antiguamente, a esos
profesionales, les llamaban sacamuelas. Era patética la habitación donde el
profesional hacía sus labores.
Yo lo recuerdo de niño. Mi
madre me llevó por primera vez una mañana de verano. Era un sillón diferente a
todos los sillones que uno pueda imaginarse. Justo al lado, en una vitrina de
cristal, estaba depositado todo el instrumental quirúrgico. Un horror. Más
pavor daba todavía aquella jeringa con una aguja muy larga y puntiaguda que se
clavaba en la encía del paciente.
Luego venía toda una
parafernalia y un mal sabor de boca que ocasionaba la anestesia. “Escupe ahí”,
me dijo, el médico, don Francisco Carrión, un hombre mayor con un mechón de
pelo más largo que el resto, que malcubría su cabeza. Don Francisco, además,
era el médico forense del pueblo…
Lo que pasaba por la mente de aquel niño no
tiene explicación. ¿Con aquello era con lo que hacía su faena con los muertos?
Entre los niños corría la leyenda que don Francisco tenía un hacha y un
cerrucho para agilizar la tarea…
El niño, que era yo, miraba y
remiraba entre todos los chismes que tenían en aquel mueblecito de cristal que
todavía no sabía que se llamaba vitrina. Por más que miraba todos aquellos herramientas me parecían pequeñas y relativamente inservibles para tratar con
muertos. El hacha y el cerrucho no aparecían por ninguna parte.
Me dice un amigo que esta
mañana andaba de empastes de una caries pequeña descubierta recientemente.
Seguro que le habrá ido bien y que no habrá pasado el susto que pasé yo aquella
vez en la que por cierto mi madre no dejaba de hablar con la mujer del médico
de la que era pariente lejana sin hacer ni puñetero caso ni al dolor ni al
miedo que tenía su hijo en el sillón.
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