Juanillo ‘Miserere’ era un
muchacho rubio, de pelo ensortijado y ojos azules, fino como un junco y cintura
de torero. Sacaba un par de palmos a los otros muchachos de su tiempo. Juanillo
no era un hombre de conversación fácil. Cuando hablaba casi emitía sentencias…
Entró de niño a trabajar en el
cortijo. Primero, lechero. Cada mañana en una burra negra llevaba la leche al
pueblo. Antes, desde el amanecer, cuando el lucero ya estaba en el lubricán de
la mañana arrimaba las cabras para el ordeño al cabrero que estaba sentado en
un banqueta baja.
Luego, porquero. Tenía un
violín. Tocaba música y como el flautista del cuento la piara lo seguía. Tenía
la magia en sus cuerdas de quien era diferente, en muchas cosas, a otros
muchachos. Era alguien solitario con mucha riqueza en su interior.
El mote le venía porque al padre de su abuelo se
lo llevó un dolor de apendicitis aguada que generó en peritonitis. Entonces de
conocía por el dolor de ‘miserere’. La familia, asumió la tragedia, y luego,
con el paso del tiempo, el mote.
Cuando la guerra, el comité
mandó a un grupo de hombres a cortar la encina grande, la que estaba sobre el
cerro que coronaba el camino que llevaba, por los Lantiscares y la Atalaya de
Omar al Pueblecillo. Su padre solo participó en la comitiva. Como no tenía
delitos de sangre, cuando aquello terminó le cayeron ocho años de cárcel y una
‘mancha’.
Juanillo, decidió irse a la
Guardia Civil. No lo admitían. ‘Aquello’ pesaba mucho. Josefa, su madre, anduvo
los pasos. Acudió a don Paco, hombre sentencioso y de prestigio. Le aconsejó
que fuese a ver al cura. Era quien únicamente podría arreglarlo.
Un día se presentó en su casa
con una taleguita de almendras. No estaba. Dejó constancia de quienes eran y
para quien era el presente. Cuando llegó septiembre y aparecieron las primeras
aceitunas para echar en agua, acudió con otro regalillo…
-
Y ¿tu Juanillo, -le preguntó una vecina- , ¿por
dónde anda?
-
Por la parte de Valencia…
La primera vez que regresó al
pueblo no cabía dentro del uniforme. Venía hecho un pincel. Apuesto, diferente… Juanillo, jubilado, ha vuelto de vacaciones.
Esta mañana hemos tomado un café. Hemos recordado tiempos de cuándo éramos
niños y nos hemos contados nuestras cosas…
Excelente día
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