Rafael
era un hombre de estatura baja, poco pelo y mucha amabilidad. Rafael se peinaba
a un lado; usaba unas gafas con pastas gruesas. Rafael tenía palabra afables
para el niño cuando iba a comprar la mortadela para el bocadillo de la
merienda.
Rafael
siempre estaba detrás del mostrador. “Niño
ve a casa de Rafalito Lería y que te de…, porque Rafael, para las personas mayores era Rafalito”.
Contaba con la ayuda de su hijo, también Rafael y, algunas veces, de Anita su
mujer.
-
Niño, me
decía con voz queda y silabeante -Anita, se murió de vieja y siguieron
llamándole ‘Anita, la de Rafael Lería’, era una mujer tranquilla y pastueña –
yo era prima de tu abuela.
La
tienda olía, como olían las tiendas de ultramarinos de pueblo, a pimentón y azúcar; a sacos de yute y atún en aceite en latas
grandes; a chorizos chorreando pringue las tardes de verano; a lentejas y
habichuelas secas a granel, a café molido y a bacalao que cortaban con un
cuchillo largo y especial, fijado por un extremo a modo de palanca…
Era
olor a gloria bendita. El olor salía por la puerta. Siempre había mucha gente
agolpada delante del mostrador. Las mujeres vestían, casi todas, de negro.
Llevaban una cesta de palma y algunas se cubrían la cabeza con un pañuelo,
también negro, porque guardaban luto.
Rafael,
atendía a los viajantes en un extremo del mostrador (en el opuesto a donde
estaba el peso de marca ‘Mobba’, el molinillo y el émbolo que extraía el aceite
de un bidón que estaba debajo del mostrador).
El
viajante dejó a su mujer en el coche mientras despachaba con Rafael. Vuelve y
no la encuentra. Retorna a la tienda por si se han cruzado por el camino.
Rafael le dice que no ha venido; se va. Vuelve, la misma pregunta…
-
Rafael,
que mi mujer no está en el coche…
-
Tiene
usted, le contestó con parsimonia, dos opciones, o colgarse un cencerro o
comprarse un traje negro…
A
Rafael lo encontraron, sentado en un escalón, con la cabeza doblada contra la
pared, una tarde en las escaleras del corral. Había bajado a echarle de comer a
las gallinas. Su corazón no aguantó más.
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