Lo contaban del cura de un
pueblo. La sequía apretaba como aprieta ahora. La gente desesperada no sabía
qué camino tomar y la emprendieron con las rogativas a San Benito. El cielo
azul, ni una nube para un remedio, el aire de arriba…
Empujan y aprietan. El hombre
desesperado porque veía que el invento no iba a dar mucho resultado da largas y
más largas… Un día ya no puede más. Accede. Los recibe en la puerta de la
iglesia. Los pasa a la sacristía… Bueno, dicen que dijo, vamos a sacar a San
Benito pero que sepáis que el tiempo no está de agua…
El tiempo en España está de
tensión. Demasiada tensión en una cuerda que puede romperse por cualquier lado.
Todo empieza por una fruslería y puede terminar como aquel rosario de la aurora
– que no debían ir de rogativas, que no – que terminó a cebollazos uno con
otros.
El tiempo está de castañas. Los
arboles en las serranías se han empeñado en vestirse de oro viejo y han
comenzado por las puntas más altas. Los castaños anuncian que vienen otros
vientos y que dentro de nada arreciará el frío por las esquinas.
Los erizos por el suelo son un
poema de púas. Ofrecen un fruto maduro. ¿Sabe usted, me decía un hombre a
orillas del camino, este año están faltas del agua del cielo y por eso están
más cerrados y el fruto más menudo?
Le digo que en mi pueblo donde
no hay castañas pasa algo parecido y le cuento
que la aceituna se ha arrugado y que está muy menuda y que va a dar un
escandallo muy bajo en el rendimiento cuando den la cuenta del molino.
Le hablo también de las
naranjas tempranas y de las mandarinas que ya debería estar pintonas y solo
colorean las picadas de mosca que se las andan a sus anchas porque como tampoco
ha venido nada de frío… Piden agua del cielo y no llega.
Todo está fuera de tiempo. La gente
ha desbordado esta mañana las calles en Barcelona; castañeros en mangas de
camisa; pantanos que dan la boqueada, y
las mentes demasiado calientes. Y digo yo, ¿esto se arreglaría algo si se
presentasen un par de noches de agua calaera, mansa y continua sobre los campos…?
San Benito, aunque el tiempo no esté de agua…
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