Nació – como ‘todo’ el mundo,
en Carlos Haya -. Como la cerveza, ‘malagueña y exquisita’ y rociada con un
espurreo de gracia perota. Quien quiera mejorarlo que se apriete los machos. Le
sobra la gracia. Esa que solo tiene la gente a los que Dios dota de algo que la
hace diferente, distinta a los demás. Sus ojos grandes, grandes como su alma y del
color del cielo. ¿Azules?, ¿verdes?, ¿castaños? No, no. De ese color del cielo
cuando los ángeles salen al recreo.
Era casi una niña. Tomó el
tren… ese que cruza entre el verdor de
las huertas salpicadas de caseríos blancos y salva el río por un puente de piedra
antes de llegar a Pizarra y, luego, caracolea como quien juega con el él al
escondite y se va camino de Málaga… pues, ese.
No iba sola. Le acompaña su
hermana. Habían echado el día en sus
cosas, y al regresar esperaban, en la estación
otro tren que las retornaría. Ve un hombre azorado; daba vueltas. Tenía
un problema; no podía resolverlo. Se dirige a él. Se interesa por el problema.
El hombre le dice que o ha perdido o le han quitado la cartera. Nadie le ayuda.
No puede regresar a su casa. El hombre vive en Marchena.
Echa mano al monedero le da mil
pesetas. “Tenga, saque su billete”. Regresa el hombre con la vuelta. “No,
quédeselo y tome un café por el camino”.
El hombre no sale de su asombro. Le pregunta por su nombre…
Pasa el tiempo. El hombre
retorna a Álora. Va al cuartel de la Guardia Civil, al Ayuntamiento. Nadie le
da norte de dos niñas, una bajita y con el pelo recortado… Encuentra a alguien
que lo lleva hasta el sitio adecuado. El hombre viene con dos regalos: dos
botes de colonia y dos cantidades de dinero…
El hombre dice que lo ha
referido y contado en su pueblo. Viene a agradecer el favor que un día, en la
estación de Málaga le hizo una niña bajita y entradita en carnes que tiene los
ojos del color del cielo cuando salen los ángeles al recreo. ¡Ah!. La niña, de
nombre compuesto. El primero, como el de la Madre de Jesús, el Nazareno; el
segundo, el de la santa toscana que
celebra onomástica en 29 de abril…Quien me lo contó lo sabía de primera mano.
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